Una Bolsa de Heno

840 47 20
                                    

Una historia corta que surgió sola. 

Entra en la categoría de mis fics que no se sabe para donde van. 

---------

Sus manos estaban vacías. Una sensación naciente desde su pecho le regaló la calada gélida de los huesos sobre la piel; un potente escalofrío le caló los codos y las muñecas.

Era un dolor nacido de la tristeza y la soledad, del silencio que estrangula en una casa vacía. De muebles sin nadie, de una cocina intacta. Del zumbido del refrigerador.

Caminó con sus cortos pasos hasta acercarse a la sala y posarse en un sillón, simplemente buscando un lugar donde tomar los eventos recientes, los sentimientos quemantes y las ideas nacientes, y crearse un nuevo yo. Por qué el anterior, había muerto en algún lugar en el espacio exterior.

Y de nuevo el silencio. Su mirada clavada al suelo de madera se perdía en una cacofonía de imágenes. De batallas, de escapes gloriosos, de hechos arriesgados.

De tragedias.

De muerte.

EL joven se secó una lágrima que escurrió por su demacrado rostros cercenado de tanto doler. El viaje de regreso le había dado demasiado tiempo para llorar y para lamentarse. Ahora solo sentía como un globo atorado en la garganta, amenazando con romperle la tráquea.

"¡No se separen chicas!"

"¡Peridot, lánzalo! ¡lánzalo ahora!"

"¡Aún podemos ganar!"

"¡Amatista escapa!"

"¡Miren! ¡Es Lars en su nave!"

"Stevonnie, ¡destrúyela rápido! ¡Rápido! ¡Rápido!"

No, no había sido lo suficientemente rápido. Quiso nuevamente comenzar la faena del doliente y hacer coraje y desgarrarse la piel con algo, pero estaba cansado, muy cansado.

Y mientras afuera el día se manifestaba claro y cálido, muy dentro de él la sensación permanente que tenía en todo el cuerpo, desde que había partido hacia más de 24 horas del maldito lugar llamado Homewold, era terriblemente ácida.

-No fui lo suficientemente rápido- murmuro y secó unas nuevas lágrimas; la comisura de sus ojos le ardió por la irritación ya que se los había restregado tanto que pensó que sangrarían. No le importó.

Lentamente, sacó de entre sus ropas una especie de pequeña bolsa café y la colocó con solemnidad y cuidado en la mesa de centro. Allí estaba su tesoro, su razón de vivir. Su todo.

Parecía tejida con heno, pero Steven sabía que no era de ese material. Con la misma ansiedad manifestada desde la primera vez que le entregaron dicho artículo, abrió el listón de la boca de la pequeña bolsa y miró en su interior.

Dentro, solo contenía un indescifrable y fino polvo, sobre el cual había llorado, sin conseguir nada.

"El daño es irreversible pequeño Rose" –Retumbó en su cabeza mientras cerraba la bolsa con violencia y se llevaba las manos a la cara.

-Perdimos la batalla- dijo mientras se apretaba con fuerza a sí mismo.

-Y ganamos la guerra- al decir eso se recostó en el sofá y los días de terrible desvelo y sobreesfuerzo le pasaron una enorme factura. Se quedó inconsciente casi al momento en que su cabeza tocó el sillón.

----

"¡Devuélveme a mis amigas! ¡Devuélvelas!

Y una carcajada se manifestó en aquel inmenso salón. Era tan atronadora que aturdía la mente.

Al Ganar la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora