CAPITULO I

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- El mundo conocido -

1

Mis pasos apurados delataban mi emoción, debía darme prisa, todos se estaban dando cuenta de por qué me emocionaba tanto, en cualquier momento no sería la única corriendo. Debía llegar primero.

No fui la primera como esperaba, pero no había demasiado público todavía, así que me apresure a los escalones de la glorieta, me tuve que abrir paso para tener mejor vista, a comparación de los demás espectadores, mi estatura no era tan grande, considerable pero no excesiva como la del resto de los habitantes.

¿Que por qué me emocionaba tanto? Pues nunca presencie un nacimiento. ¿Qué? No me vean así, en mi mundo, el nacer es algo importante, no eres un ser de luz si no viste un nacimiento.

Algunos con solo un año de existencia han podido presenciar nacimientos, y yo en mis trescientos siete años no he podido ver ninguno. ¡No existe ser más patético y con mayor mala suerte que yo!

Ah, no. Se supone que no debo hacer esos comentarios. Es un privilegio ser un luminoso, no existe mala suerte para el mundo de la luz. Y si alguien aquí pudiera escuchar mis pensamientos seguros me echarían por pensadora oscura.

Me acabo de estremecer de solo pensar en esa palabra. Oscura. Otra cosa que nunca presencie, ni quería ver jamás en mi vida. Llegar a toparte con un oscuro solo implica una cosa: morir.

Sacudí mi cabeza por pensar en esas cosas, estoy por presenciar un nacimiento, no puedo andar pensando en cosas de muerte ahora.

Cuando me di cuenta, la glorieta se había llenado de público, ya todos estaban con aire de emoción por lo que ocurriría. En el centro de la misma estaba La guardiana, recibiendo al nuevo ser que surgía en una gran esfera de luz levitando en el suelo de la superficie redonda. La guardiana estaba de espaldas a mí, bloqueándome la vista, pero aun así supe que todavía no había tomado forma aquella bola de energía.

Volteé a ver como una de las bajas guardianas borraba aquellas letras que contaban el centenario cumplido de energía. Oh, por si no sabían, cuando un ser vivo mundano muere, su cuerpo queda, pero su esencia se vuelve energía, esa energía viaja por cien años hasta transformarse en otro ser, ya sea de luz u oscuridad. Un ser luminoso u oscuro puede nacer en animal, vegetal o humano, o algo parecido a los humanos. Algunos tienen la suerte de transformarse en más de una cosa, como yo.

Cuando un ser de luz nace, todos los luminosos corren a verlo, surgen de la glorieta que ocupa el centro de una plaza que conecta todo lo que conocemos como nuestra residencia. Y mientras se espera el final de su gestación, se cuentan los años cumplidos, hasta que el gran cartel de '100 a' se hace presente.

La guardiana se dio la vuelta para mostrar como sostenía un pequeño potrillo blanco. Otra cosa que había que mencionar sobre mi mundo: todos aquí teníamos ese aspecto blanco. Existimos de toda clase de colores, no se asombren, no somos muñecos de nieve andantes. Hay animales con manchas negras, roedores de colores grisáceos, y algún que otro anfibio con particulares tonos de marrón o verde. Los luminosos con aspecto humano pueden tener el cabello de distinto color, pero su piel será blanca como la misma nieve. Algunos hasta pueden tener el cabello blanco, he oído que los mundanos los llaman albinos, a esta clase de humanos, pues aquí les decimos los altos, no por ser de estatura elevada, sino porque su "nivel" de energía luminosa es alta, así como también existen los bajos astrales, pero no usamos ese término porque lo asociamos a los oscuros, en fin. No seguiré llevando el tema a ese mundo desconocido, prefiero hablar del mío.

EVAWhere stories live. Discover now