DOS

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Denver .Territorio de Colorado 

Julio de 1872

-Hoseok, mira- suspiro Jin mirando por la ventana mientras el tren se detenía. Señaló las Montanas Rocosas que aparecían en la lejanía, todavía coronadas de nieve aunque era pleno verano. El paisaje era lo bastante arrebatador como para hacerle olvidar las molestias del viaje- ¿no son increíbles? ni siquiera las montañas de la vieja Inglaterra puede compararse a ellas.

-Sí, su excelencia- murmuró su acompañante, aunque sólo lanzó una mirada fugaz a la cadena montañosa que parecía emerger como un centinela sobre Denver -llevamos dos horas viéndolas -Hoseok estaba contemplando nerviosamente la multitud abigarrada que pululaba por la estación desde el otro lado del lujoso vagón de tren privado en el que habían viajado desde San Luis.

-Pero ahora podemos verlas mucho mejor. Un momento, Hoseok y estaré listo para bajar- Jin plegó sus gafas y las guardó en su bolsito. Por nada del mundo se habría presentado ante extraños con ellas puestas -¿Quieres llevar tú esto, querido?- le dijo a su acompañante tendiéndole el bolsito. Sin duda necesitaría tener las manos libres para saludar al comité de bienvenida.

La muchedumbre se quedó mirando y señalo a él duque de Malvern y a sus acompañantes cuando bajaron del tren, pero para Jin, sólo eran una masa borrosa.

-Son tan groseros, cómo miran. Cualquiera diría que no han visto nunca a un duque- murmuró Hoseok a nadie en particular.

-Estoy seguro que no han visto nunca a uno -rió Jin -estamos en Norteamérica, aquí no tienen duques.

-Ni educación, su excelencia- replicó cuando un mirón se acercó aún más y, después de sonarse la nariz en un pañuelo sucio, señaló la creación parisina que llevaba él duque en la cabeza.

-Vamos, deja de gruñir, Hoseok e inspira el aire fresco del oeste... ¡eso nos despejará!

-Creo que aquél es el Monte Pikes a lo lejos, su excelencia- dijo Jeon Jungkook, su secretario, a su oído, y señalo la montaña.

-Mm... qué hermosa...- murmuró Jin, aunque por supuesto Jungkook había olvidado que no podía distinguirla sin sus lentes.

-No sé dónde puede estar el comité de bienvenida- dijo con irritación lord Min- Envié un telegrama anunciando la hora de tu llegada y me dijeron que el alcalde y el gobernador del territorio vendrían a Denver a recibirte. Pero tal vez nos estén esperando dentro de la estación -señaló, y se volvió al edificio de ladrillo de dos pisos que había a sus espaldas.

-Entonces, ve a por ellos, tío- dijo Jin tranquilamente, y echó andar hacia la parte trasera del tren- Me ocuparé de que bajen adecuadamente a Trafalgar.

-Pero, su excelencia, su mozo de cuadra se encargará de ello -repuso Hoseok- Vayamos con su tío. Mire, está entrando otro de esos monstruos ruidosos y se le va a llenar el traje de hollín.

Se oyó el silbato del tren que llegaba y se detenía en una vía paralela, detrás del que los bahía llevado desde San Luis. Como Hoseok había  predicho, la chimenea de la locomotora despidió una nube de humo, pero Ji no prestó atención a las partículas de hollín que descendían y siguió caminando. Al pasar junto al espacio  abierto entre dos vagones, sus ojos se posaron en un pasajero que estaba bajando del segundo tren. Estaba a pocos metros de distancia, así  que pudo verlo bastante bien. Era alto y delgado y llevaba un sombrero de ala ancha, pantalones vaqueros, botas y guardapolvos.

Sostenía una silla de montar sobre la espalda con una mano y con la otra acarreaba un para de alforjas. Su pelo era de un color castaño tan oscuro que podía parecer negro de no estar a la luz del sol, y le hacía falta un buen baño y un buen afeitado. Tal vez fuera atractivo adecuadamente vestido, aunque de una manera muy  diferente a Taehyung, por supuesto, pero en aquel momento más bien tenía un aire de peligro. Jin observó cómo entornaba los ojos en dirección  al edificio de la estación y luego empezaba a caminar hacia la parte trasera del tren del que había bajado.

El duque y el forajidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora