SEIS

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El trayecto a la residencia del gobernador, una imponente mansión de ladrillo de dos plantas en la esquina de la calles Welton y Blake, fue breve y transcurrió sin incidentes. Namjoon saltó de su asiento justo al tieso cochero y la cortina de una de las ventanas del carruaje se echó a un lado.

-Cielos, hay gente por todas partes -dijo Park Seokjin, refiriéndose a los invitados que desbordaban el porche del gobernador y se agolpaban en el balcón del piso de arriba.

-Espere un momento en el coche, duque -dijo Namjoon en voz baja mientras miraba a un lado y otro de la calle y escrutaba la maleza y los tejados de las casas vecinas. No pudo ver nada que se moviera a la luz cada vez más tenue del atardecer. No le gustaba la idea de que Park Seokjin se mezclara con aquellas gentes sin haberlos registrado primero, pero sabía que eso no era posible.

-Está bien, adelante, pero no voy a separarme de usted.

- ¿Cree que podría dirigirse a el duque como "su excelencia", al menos en público? -resopló lord Min al tiempo que emergía del interior del vehículo.

Dos hombres, vestidos con levita negra, se separaron de la masa en el porche y se dirigieron hacia ellos. Namjoon reconoció al mas alto y delgado de los dos. Era el alcalde, el que lo había recibido en la estación.

-Su excelencia, nos alegramos mucho de contar con su presencia -dijo John Harper-. Permítame que le presente a Edward McCook, gobernador del Territorio de Colorado.

El hombre, cuyo rostro estaba decorado con un grueso bigote, se inclinó con solemnidad.- Su excelencia, mis disculpas por no haber podido ir a recibirlo a la estación, sobre todo ahora que sé lo ocurrido. Tengo entendido que no sufrió ningún daño, señor, ¿es eso cierto?

-Me alegro de conocerle, señor -dijo Park Seokjin, sonriendo con expresión serena-. Y sí, estoy perfectamente. Por favor, no piense en el incidente ni un momento más. Me gustaría presentarle a mi tío Yoongi, lord Min, Marqués de Kennington...

-Milord...

No iba a mencionar la amenaza escrita que había recibido, adivinó Namjoon mientras seguía mirando en todas direcciones. Deseó que se dieran prisa y entraran en la casa. Era muy vulnerable al aire libre.

-Y éste es el señor Kim Namjoon, mi... guardaespaldas -dijo, señalándolo con un gesto de cabeza. McCookk y Harper parecieron alarmados, pero evidentemente no iban a cuestionar la decisión de un duque. Saludaron a Namjoon con una inclinación de cabeza, pero no le extendieron las manos.

-Su excelencia, me sentiría mejor si fuéramos dentro -dijo Namjoon en voz baja.

-Cómo no, su excelencia -dijo McCook y le ofreció el brazo al tiempo que lanzaba a Namjoon una miraba de desaprobación-. Hemos congregado a los miembros más distinguidos de la sociedad de este Territorio en su honor, señor. Todos están entusiasmados ante la idea de conocer a un duque de verdad.

-Entonces, será mejor que no los hagamos esperar, caballeros -dijo Jin, y aceptó el brazo de McCook con regia soltura.

La masa de gente que esperaba en el porche se separó para dejarlos pasar.

-Los recibiremos en el salón de baile primero, su excelencia, si le parece bien -oyó Namjoon decir al gobernador mientras subían por una larga escalera. Llegaron a una sala enorme con sillas y sofás alineados juntos a las paredes, separados a intervalos por jarrones llenos de plantas. Al fondo una mujer tocaba el arpa y había cuadros colgados en la paredes, retratos de Washington y Lincoln y uno de los Padres Fundadores firmando la Declaración de Independencia. Se hizo el silencio entre los presentes, que se hicieron a un lado para que su anfitrión y sus invitados de honor se pusieran en fila a la entrada de la estancia. Namjoon observó desde un lado de la sala cómo se colocaban, primero el alcalde, luego el gobernador, el duque y finalmente lord Min.

El duque y el forajidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora