Les contare una historia, es la historia de mi vida, donde les hablare de mi primer y único verdadero amor, que llego a mí, para dejar un vacío que solo pudo llenarse con otro pequeño pero muy grande amor.
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Y con el pasar de los días la quería más, empecé a ver más allá de su hermosa sonrisa, ya no tenía que soñar que volaba, porque estando con ella podía hacer lo que fuera, simplemente nos complementábamos uno al otro.
La pasábamos bien bonito y a todas partes que íbamos eso era agarrados de las manitos, como dos tortolitos enamoraditos, dándonos piquitos y llevándola poco a poquito.
Cada vez la cosa agarraba más color y se ponía mejor, como la primera vez que hicimos el amor, y justo en esa ocasión me pude acordar de aquella canción.
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Cada vez la cosa agarraba más vida, entre llamadas y salidas, no aguantamos dos pedidas, y nos unimos, compartimos, nos conocimos, nos conectamos y también cuenta nos dimos que podíamos seguir juntos y decidimos conocer a nuestras familias.
Y aunque a veces discutíamos, nunca pudimos pasar un día sin el otro, los dos éramos buenos amantes, y como dice cultura profética, a ella la conozco de antes; Así pasábamos los días, veíamos películas, cocinábamos y comprábamos golosinas, tratábamos de que los días no se hicieran rutinarios, aunque a veces no había más nada que hacer que estar metidos en el cuarto. Cuando nos salían viajes, nos entristecemos, cuando teníamos percances, lo resolvíamos, hacíamos lo que podíamos, para que la relación siguiera surgiendo; Confianza y comunicación, dicen que esas dos palabras son las bases de toda esta cuestión, porque querer es poder y porque de tras de todo buen hombre hay una buena mujer.
Aunque hay seis mil millones de humanos ella y yo, éramos una especie que murió hace tiempo, solo quedaba una hembra y su complemento, por eso era tan natural querer querernos.
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