Capítulo 1: Conociendo a Judit.

253 33 14
                                    

Su melena rubia y sus ojos claros, junto a su cara angelical, engañaban. No te fíes  de las niñas buenas, o al menos de las que sus apariencias engañan.Se coló sigilosamente al cuarto de su padre, el cual se había dejado la llave sin echar. Su mayor error. La melena rubia se mueve por el cuarto, oscuro, con gran agilidad  y muy silenciosa, ni siquiera el parqué que colocó su madre hace años, es capaz de crujir.  No es la primera vez que hace algo así y posiblemente tampoco sea la última.

Con gran habilidad abre el armario y en menos de un tercio de minuto mete toda la  ropa en una enorme bolsa de deporte. Una vez termina en ese armario repite su acción en unos dos o tres armarios más. Con el mismo sigilo y habilidad que ha entrado, sale. Satisfactoriamente sonríe.  Corre hacia el jardín y empieza a extender las piezas de ropa, sin dejar muy lejos unas de  otras, coge la gasolina que durante los últimos dos días había guardado en su cuarto y sin  dudarlo tira una caja de cerillas, con una encendida, sobre dicha ropa. Divertida corre hacia su cuarto, entra en el mismo y seguidamente a su cama. Sabe que su padre no tardará en  aparecer así que cierra los ojos y finge estar dormida. 

-¡Judit!

Sin respuesta.

-¡¡Judit!!

Sin respuesta.

-¡¡¡JUUUUUUDIIIIIIIIIT!!!

La rubia sigue haciéndose la dormida, mientras sonríe orgullosamente de su trabajo.  Pero su padre parece ser que siente lo contrario. Furioso. Rabioso. De mala leche sube  hasta su cuarto y con brusquedad abre la puerta, golpeando ésta contra la pared, llegando a  hacerle incluso un boquete.

-Maldita sea Judit. Has superado mi límite. Me has agotado. Mañana mismo me voy.

-Tira de su colcha, destapándola. -¡Esta vez has ido demasiado lejos! ¡Me hice el tonto  cuando a Úrsula le cambiaste su comida por una extra picante, acepté que a Joanne le  rapases el pelo a 0, que tuvo su gracia. Pero no paraste ahí, seguiste con África cuando la  hiciste creer que habían secuestrado a su hijo. A Esther le hiciste esa maldita broma de  que te habías suicidado. Con Paula hiciste desaparecer su gato. El perro de Inés apareció  por casualidad en la piscina, ahogado, y vaya, el conejo de Ángela en el horno. Y además  la vez en la que Verónica tuvo que llevar a su hija, Laia, a saber donde porque tú le  habías afeitado las cejas, ¡A una niña de tres años! Por dios Judit... ¿Qué hago contigo?

-¿Pero te has parado a pensar lo guapa que estaba Laia sin cejas? -Judit ríe como si  no hubiese mañana, como si todo fuese una broma. Su padre detrás de cada travesura le  había avisado, pero ella no se tomaba nada en serio.

Era el vivo retrato de su madre y su padre temía hacerla daño. La había consentido  demasiado y ya era hora de frenarle los pies, de enseñarle quien manda en esa casa.

-Judit, no puedo más contigo. Está claro que sola no puedes estar. Vas a tener un  guardaespaldas día y noche pegado a ti.

-¿Un niñero? No gracias.

-No te estoy pidiendo opinión Judit. Mañana mismo conocerás a James.

-¿Cómo que a James? ¿Ya lo tenías pensado? ¿Buscado?

-Judit, por favor, eres mi hija, tenía más que claro que tú ibas a liar alguna de las tuyas. Que no soy tonto. Solo tenía que esperar a que lo hicieses.

-Papá no puedes hacerme esto. A mi. A tu niñita, a tu niña pequeña, tu princesa, tu  ojito derecho... -Pone cara de angelito.

-Sí que puedo, de hecho; lo estoy haciendo. Judit, hija, yo te quiero, pero debes  comportarte. Tienes un año, si en un año tú has cambiado, enviaremos a James de vuelta a  casa, si en un año sigues como el primer día, hoy, James vendrá día a día hasta que te  comportes como debes.

Lo Prohibido Tienta Más Donde viven las historias. Descúbrelo ahora