Capítulo 4

778 24 0
                                    

Extraño: Que descanses

Yo: Igualmente

Me había quedado hablando con Alam más de 2 horas y el tiempo se había pasado volando. Era divertido, se podía hablar de cualquier cosa con él, pero al tratarse de un chico, decía comentarios imprudentes que a veces me hacían sonrojar.

Acabábamos de terminar la conversación y yo ya tenía muchas ganas de cenar cuando el teléfono sonó.

—   ¿Diga?

—   Hola cielo, ¿qué tal todo?

—   Hola mamá, todo va muy bien, aunque ya os echo de menos. ¿Qué tal la abuela?

—   Pues aquí sigue... Mañana la ingresan — Contestó mi madre con voz apagada

Mi abuela, mi madrina, mi consejera, mi amiga… Probablemente la señora más fuerte y valiente que he conocido en mi vida, pero sobretodo, un ejemplo de persona. El cáncer se había apoderado de su sangre y prácticamente no respondía a los medicamentos.

La trasladaron a un hospital en Londres, donde se encontraba uno de los mejores médicos especializados en este tipo de enfermedades, por lo que mis padres y mi hermano Brad, tuvieron que marcharse unos meses.

—    Mira cielo, nos vamos a tener que quedar un tiempo más, pero para compensarte, puedes invitar a quien quieras a casa, pero siempre con cuidado y sin montar mucho escándalo, ¿vale?

—   Gracias mamá y dile a la abuela que mucha fuerza de mi parte.

—   Lo haré mi vida. Cuídate mucho y procura que Fer no se meta en muchos líos, que ese muchacho es un caso perdido. — La escuché reírse y sonreí.

—   Claro mami, pero no te prometo nada.

Mi madre ha querido a Fer como un hijo desde sus padres murieron en un accidente de coche. Ha sido y se ha portado con él, como parte de la familia, y no había vez que no me preguntara por él.

—   Te tengo que dejar, que tu padre me necesita.

—   Dale un beso de mi parte y una colleja a Brad. — Mi madre soltó una carcajada y suspiró. — Va a salir bien, mamá. No te preocupes.

—   Te quiero Lau.

—   Y yo a ti. Un beso — Fin de la llamada.

Cada día que pasaba, la notaba más triste a causa del maldito cáncer, pero mi abuela era fuerte y sabía que aguantaría.

Estaba preparando un sándwich cuando de nuevo el teléfono sonó. ‘’Hoy no me iban a dejar cenar’’, pensé.

—   Hola Fer. — Contesté al ver el número de mi mejor amigo en la pantalla

—   Lau, necesito que me dejes condones.

—   ¡¿Qué?! — Grité

—   Vamos Lau, es de vital importancia. Además, sé que guardas unos cuantos en tu baúl de los secretos, PORFIIIS.

— ¿Y tú cómo sabes eso?

— Ay, un día la cotilleé porque la intriga me mataba, los secretos entre amigos no deben existir... Pero Lau, por favor...

—   Estás chalado, querido. Y EXISTEN LAS FARMACIAS.

Dicho esto, colgué. Al cabo de tres minutos, el teléfono volvió a sonar.

—   No te voy a dejar condones. — Dije sonriendo sin molestarme en mirar el número.

—   Hmmmmm— Su voz no era la de mi amigo.

Un chico de OmegleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora