-¿Qué tal primita? -Hay estaba mi prima, la muy zorra, con sus shorts ajustados y un top de tirantes que dejaba muy poco para la imaginación, chorreaba agua que intentaba imitar el sudor, aunque Bea y sus amigas sólo venían aquí para buscar alguien para cada noche.
-Genial primi ¿y tú? - Vi su cara de felicidad ennegrecida por el asco que nos tenemos.
-Super bien ¿esta noche irás a la fiesta del abuelo?
-Por supuesto, yo nunca me pierdo una fiesta.
-¿Irán? -Señalé a sus amigas que son su culo faldero las 24 horas del día los 365 días del año.
-Sí ¿tanto te interesa?
-Es sólo para saber que me debo llevar una bolsa para vomitar cuando las vea - y nada más decir eso salí del vestuario de mujeres tapando mi cara con la capucha de la chaqueta, cubriendo mi rostro.
-¿A dónde crees que vas muchacha? Las bicicletas estáticas y cintas mecánicas están llenas - paré en seco y me volví hacía Virginia, que no me había reconocido con mi nuevo cambio de look; subí la cabeza dejando que viera mi rostro, y al encontrarse nuestros ojos pude ver una culpa por confundirme.
Volví a bajar levemente la cabeza y seguí andando hasta llegar a la parte de boxeo. Escuché a lo lejos una voz familiar "no le eches los ojos, nadie que lo hace sale bien parado" sabía que lo había dicho Marcos él es el único que me conoce de verdad en este gimnasio, sabe sobre mi familia, mis amistades, mi vida personal...es lo que tiene que viva conmigo, más bien con Clara.
Me quité la capucha y la chaqueta sin mangas, para dejarla en un banco libre, junto a mi botella.
Nunca me había sentido tan incómoda ni observada en este gimnasio, ni siquiera cuando había peleado y ganado contra el chico más fuerte de aquí; y todo se debía a mis estúpidos y asquerosos padres que me obligan a llevar ropa "femenina". Me puse vendas cubriendo mis nudillos y otras partes de mis manos, y empecé a golpear con toda la rabia que pude el saco que se encontraba delante mío.
-Una mujer que practica boxeo...y pensaba que este gimnasio no podía ser más especial. -Me volví hacia la grave voz que había salido de algún chico a mis espaldas. Lo escaneé de arriba a abajo, era musculoso y bastante guapo; tenía tatuajes que le cubrían ambos brazos.
-Puedes volver a mirarme, sabes que te gus- se llevó las manos a sus partes- ¿estás loca? Me podías haber dejado estéril.
-Lo sé- ahora mi mano gritaba que le pusiesen hielo, todavía no me creo que le haya dado un puñetazo en sus partes.
-Dime tu nombre
-No, no voy a salir contigo.
-No es por eso, señorita creída, es por si me dejas estéril ponerte una denuncia, aunque para ti un poco de dinero menos no significará nada.
-Como sabes eso...si sabes eso de mi también sabrás mi nombre.
Sonrió y se fue, intentado de camuflar su andadura de pato medio cojo, y cuando dejé de verlo cogí mis cosas y me fui de allí.
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Odio estas estúpidas fiestas, odio fingir que estoy cómoda cuando no lo estoy, odio llevar 10 kg de pintura para ocultar mis imperfecciones cuando son las imperfecciones las que te hacen única, diferente...especial.
Vi como se acercaba Ed con dos copas de champán; cuando estuvo a menos de un metro de mi me escaneó como yo lo hice aquella tarde con el idiota, pero sin mí cara de asco.
-¡Wow! Ese vestido...¡wow! ya sabía que bajo la chica del chándal ancho estaba mi sexy prima.
Me sonrojé, sabía que ese vestido negro de palabra de honor, que me llegaba hasta los pies se ajustaba a mi como una segunda piel; y que los tacones y bolso blanco a juego, y la joyería de diamantes blancos (collar, brazalete, anillo y pendientes largos) sólo hacían que destacase más.
Ed me tendió una copa de champán y me negué, odio el alcohol. Llamó a un camarero envuelto en uno de los elegantes esmóquines que planeaban el salón, y...¿qué hacía aquí el idiota? Y lo más importante ¿Por qué me había sonrojado cuando sus dulces y marrones ojos se cruzaron con los míos?
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Boxeando
Teen FictionTienen más en común de lo que desearían: el boxeo, los amigos, la gente con la que pasan su tiempo de trabajo...y además se ¿odian?