Capítulo 10 ENERGÍA POTENCIAL

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Fuera de la residencia, Zabivaka no tuvo más opción que partir, con la pata derecha por delante emprendió su camino a lo largo de la calle Fegelein. Con la pata derecha sostenía su preciado balón, mientras que la izquierda iba dentro de su bolso correspondiente al mismo lado del pantalón, el día comenzó a tornarse más gris, pues el pronóstico alemán anunciaba fuertes nevadas las primeras dos semanas de Enero. Sin embargo el clima era aquello que menos preocupaba a Zabivaka, tenía la mente casi en blanco a excepción de esa gran interrogante: ¿A dónde voy?

Algo a considerar igualmente era un lugar en el cual descansar, desconocía el idioma alemán a tal grado de no saber ni una sola palabra en el mismo, seguía caminando con unos cuantos euros en sus bolsillos. Por el momento se le hacía imposible el hecho de buscar un lugar donde hospedarse, al menos hasta que Rudy lograra comunicarse con su padre.

Pronto por su mente recorrió la idea de recurrir al único que conocía en la ciudad a parte de su amigo Rudy. De tal manera que al terminar de cruzar la avenida Fegelein regresó al puerto de Berlín con la intención de encontrar a Arnold y pedirle algún tipo de orientación con respecto a su caso.

Caminando con aproximadamente cuarenta minutos logró llegar a la puerta de Brandeburgo, monumento que representaba una referencia más exacta para encontrar a su amigo. Posteriormente pasó por un grupo de alemanes que cruzaban la avenida igualmente que Zabivaka pero en sentido contrario, fue muy humillante pasar por aquella multitud de alemanes por el hecho de no haber entendido nada de lo que habían dicho entre ellos mismos, definitivamente no era el día de aquel pequeño lobo en una de las ciudades más conocidas del mundo.

Al llegar a la escalera que daba acceso directo a la playa junto con el puerto, se percató que el barco de Arnold estaba en el mismo sitio, con alegría Zabivaka corrió y corrió pasando entre los botes hasta haber logrado estar en la escalera del bote que los había llevado hasta Berlín.

-¡Arnold! ¿Estás ahí arriba?- gritó Zabivaka para asegurarse que su amigo estuviese presente en el lugar.

Pasaron unos segundos acompañados de la brisa del mar, pero nadie contestó al llamado del pequeño lobo.

-Quizá deba esperar un momento o quizá más tiempo, pero es mi única esperanza- se dijo el mismo.

Y así fue, Zabivaka logró encontrar una roca que utilizó como asiento con el propósito de esperar a su amigo, al llegar junto a ella se sentó apoyando su peluda carita en sus patas delanteras. Media hora pasaba y no se divisaba movimiento alguno tanto en el puerto como en la playa, considerando el tiempo al compás con el clima ningún alemán estaría de humor para disfrutar una tarde en el mar. Tres horas esperando sentado, pero Zabivaka no podía quedarse dormido, por el simple hecho de suponer que Arnold no volvería o más simple aún que por alguna razón no lo viera sentado frente al barco, arrancara éste a toda velocidad y se fuera para siempre.

Cansado de esperar sentado, Zabivaka se puso de pie e inmediatamente la circulación de sus patas traseras volvió a su ciclo normal, sin embargo sintió un cosquilleo que rápidamente se convirtió en una molestia, divisó por un lado izquierdo y alguien bajaba por la misma escalera que lo había llevado hasta ese punto. Nada más y nada menos que Arnold, se acercaba a su bote e inmediatamente se percató de la presencia de Zabivaka, comenzó a correr por el puerto hasta llegar junto a su amigo.

-¡¿Zabivaka?! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no estás en casa? Creí que estarías con Rudy en este momento- preguntó algo agitado al llegar.

-Es una larga historia, pero necesito que me escuches, Arnold...

-Claro que sí, vamos al barco, podemos comer algo de lo que ha quedado en la cocina- le dio unas palmadas en la espalda.

Y así fue, inmediatamente Zabivaka mencionó que era necesario que Arnold le escuchase, subieron al barco por la misma escalera que bajó aquella mañana, pasaron junto a la sala de control dirigiéndose hacia la cocina en la misma que había cenado la noche anterior con su amigo Rudy, a quien ya comenzaba a extrañar.

ZabivakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora