Capítulo 2.

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-¿Se puede? Quiero presentarte a alguien. –la voz de Hugo se oye al otro lado de la puerta.

-Lo siento pero no tengo ganas de ver a nadie.-contesto sin levantarme de la cama.

-Te entiendo perfectamente pero encerrada en la habitación no conseguirás nada. –insiste de nuevo.

-Sé que tienes razón pero no es tan fácil. –le respondo sin pensar en que él sabe de lo que habla.

-Déjanos pasar y te prometo que te animaremos un poco. –ruega haciendo que me levante de la cama y abra la puerta.

-Por fin. Ella es María. María, ella es Julia. –nos presenta Hugo con una tímida sonrisa.

María es muy guapa. Es el prototipo de chica en la que cualquier chico se fijaría al pasar. Rubia, ojos azules. Cuerpo perfecto. Envidiable. Se acerca a mí y me da dos besos. Realmente creo que podríamos ser buenas amigas. En cierto modo, tiene un gran parecido con mi mejor amiga. Pero, ¿a quién intento engañar? Jessica es insustituible. No puedo pretender que sea mi mejor amiga únicamente porque me recuerde a Jessica. Pero, quiero seguir conociéndola. Después de pasar un buen rato juntos nos avisan de que tenemos que ir a cenar. Ellos me guían ya que yo aún no sé situarme. Este lugar es enorme. Tiene una gran cantidad de salas y de plantas. Por los inmensos pasillos se respira un silencio extraño. Como gritos ahogados. Llantos que se quedan en simples sollozos. Me estremece la idea de que todos estemos aquí por la misma razón, o quizás no todos compartamos el mismo motivo de nuestra llegada. Estamos divididos por edades. Por lo que intuyo que Hugo y María tendrán más o menos mi edad ya que en este piso solo estamos de 15 a 18 años. A la hora de las comidas, nos reunimos todos en un enorme salón que me recuerda a las típicas bibliotecas de las películas americanas. Mesas interminables decoran la gran sala y una variedad de conversaciones son el sonido de cada comida. Nos sentamos en una mesa donde justamente hay tres asientos libres. Durante la cena apenas conversamos. Muevo la comida de un lado a otro del plato. Apenas tengo hambre y lo que más me apetece es seguir tumbada en mi cama durante el largo año que me espera aquí. No consigo quitarme de la cabeza la última vez que fui a aquella heladería con mi padre. Ni cuando mi madre me dio el mejor de los consejos sobre la historia con David. “Ve despacio con él, las relaciones rápidas no llegan a ninguna parte”. Y, siguiendo su consejo, di por terminada aquella extraña relación que para nada me hacía feliz y lo único que sentía por él era una amistad más fuerte de lo normal.  

Una vez acabada la cena, Julia decide marcharse de nuevo a su habitación. María y Hugo se quedan conversando un rato en el jardín de aquel inmenso lugar.

-¿Qué te ha parecido Julia? –le pregunta Hugo interesado por su contestación.

-Parece maja, se nota que echa de menos a sus padres. –contesta María dando su valoración.

-Sí. Le costará superarlo. Creo que más de lo que te costó a ti. –le dice él haciendo que ella recuerde su situación.

-Creo que ninguno de los que estamos aquí metidos podremos llegar nunca a superar la pérdida de alguien tan importante como nuestros padres. Pero lo importante es saber seguir adelante. –explica ella.

Él acaricia suavemente la cara de la joven haciendo que todos sus malos pensamientos, sus recuerdos acerca de sus padres, se esfumen y solo existan él y ella. Ellos. Sus labios buscan desesperadamente los de ella. Sus manos hace minutos que están entrelazadas. Una sonrisa como pregunta y una mirada como respuesta. Dos centímetros les separan. El resto del mundo ha pasado a un segundo plano. Ella esboza una tímida sonrisa llena de ternura. Él susurra un leve “me encantas” en el oído de la chica. Ella se siente feliz, muy feliz. Intenta hacérselo saber a él dándole un fuerte abrazo. Él quiere más. Busca más. No le vale con un simple abrazo. Ella le mira a los ojos mientras él no para de mirarle a los labios. Y es que, cuando alguien te mira fijamente a los labios, quiere besarte. Y de repente ocurre, él así lo ha decidido. Se moría de ganas y ha tenido que hacerlo. Y se quedan así, fundidos en ese largo e intenso beso. En esa unión de labios, o incluso de sentimientos. Un mordisquito en el labio. Luego una tímida sonrisa seguida de otro beso más. Por unos instantes, se olvidan del resto del mundo.

Y luego unas simples palabras. Luego, las palabras más dolorosas en aquel momento:

-¿Me quieres? 

-No lo sé, María. 

Esas tres simples palabras fueron suficientes para arruinar la mejor de las ilusiones. Contestar un: ‘no lo sé’ cuando alguien te dice: ¿aún me quieres? Eso. Eso te quema por dentro. Te quema y te hiela. Te deja un vacío que nadie puede llenar. Él no estaba seguro de sus sentimientos. Ella no soportaba la idea de perderle. Quería pasar toda una vida a su lado. Sabía que no se haría nunca a la idea de no estar junto a él. Tenían planes de futuro. Largarse juntos al cumplir los 18 y empezar una nueva vida, pero juntos. Pero ya no. Para María, todo el mundo se había derrumbado de repente. Se había desvanecido, quedándose en simples pedazos en medio de la nada. Cualquier idea estúpida de un nuevo comienzo había desaparecido para Hugo. María no lograba entenderlo, tampoco quería. Sólo negaba con la cabeza. Intentando despertarse de aquella extraña pesadilla. Pero, por desgracia, no era otro más de sus absurdos sueños. Esta vez era cierto, estaba pasando. Él la estaba dejando. Todo se había acabado. Todo aquello que habían soñado, que habían vivido, que habían hablado, todo se esfumaba en tan solo un segundo. En tan solo tres palabras. 

El ayer vuelve hoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora