Amaneciendo en la masacre

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Todos se reunieron junto al cuerpo de su amigo, muchos con lágrimas corriendo por sus mejillas.
-¿Qué pasó? Preguntó Alan con los ojos vidriosos y la voz entrecortada.
Luisa se quitó las lágrimas de las mejillas y con voz entrecortada les empezó a contar todo.
-Estabamos a punto de acabar con los idiotas que nos seguían, pero intentaron herir a Mafer y Diego fue a ayudarla, al llegar con ella, lo apuñaló en el pecho tres veces, y, y-yo, tuve que matarla.
Todos la comprendieron y se los que nunca confiaron en el squad se sintieron enojados.
Alan se incó junto al cadáver de su amigo y le dijo susurrando:
-¿Qué te dijimos, pendejo? No iban a cambiar, ah, pero ahí vas de meco "Si, wey, otra oportunidad" Ah, no mames. Alan se llevó una mano al cabello en un gesto de desesperación, ¿por qué su amigo tuvo que ser tan blando e inocente?
Entonces Lariza carraspeo, dándose a notar y todos parecieron reaccionaron a la defensiva.
-¡Alto! Ya sé que no confían en mi después de todo esto, y lo entiendo, así que será mejor que yo me vaya por mi lado.
Se dió la vuelta y comenzó a caminar en dirección contraria a nosotros, pero antes de que se alejara más de cinco metros, Pamela fue corriendo a alcanzarla.

-¡Pamela! ¿Qué estas haciendo? Le gritó Luisa aún en el suelo, junto al cadáver de su mejor amigo.

Pamela no respondió, en cambio, tomó la mano de Lariza y la detuvo.

-Yo iré contigo, juntas podremos llegar a mi casa y ahí esperaremos a que terminen las otras doce horas. Habló lo suficientemente alto como para que el Crowd la escuchará, los dejaba por Lariza, pero era decisión de ella, no iban a detenerla.

Lo que quedaba del Crowd miró como se alejaba su amiga junto con Lariza, no sabían si las volverían a ver pero en el fondo, les deseaban suerte.

Lloraron por su amigo unos minutos más, pero se estaba haciendo aún más tarde y el reloj seguía su cuenta regresiva, tenían que pasar otras doce horas en ese infierno.

-Tenemos que irnos, hemos estado aquí afuera mucho tiempo y en cualquier momento puede llegar alguien y matarnos. Dijo Zazil, limpiándose algunas lágrimas que bajaban por sus mejillas.

-¿Y a dónde vamos a ir? Preguntó Ximena, tratando de dejar de llorar, los demás se encontraban en una situación parecida.

-Vamos al negocio, ahí podremos dormir un rato, y no está tan lejos de aquí. Ofreció Luisa, levantándose del suelo y dejando el cadáver de su amigo ahí.

Todos miraron el cadáver de Diego, e hicieron una promesa sin palabras, solo se miraron a los ojos.
Harían lo que fuera para que ya no se muriera ninguno de ellos, ya no podrían soportar otra muerte.
Tomaron sus mochilas y sus armas, junto con la de Diego, y comenzaron a caminar a su nuevo destino, eran solo unas cuantas cuadras, que se pasaron en un silencio tranquilo, solo escuchaban sus pasos, aunque de vez en vez, al pasar una calles, podían ver a personas purgando, ahí era cuando aceleraban el paso y dejaban los gritos atrás, se encontraban cadáveres cada diez pasos, tal vez menos, lo triste era ver que ya no les importaba, ya estaban acostumbrados a ver los cadáveres, se podría decir que también estaban acostumbrados a matar.
Cuando llegaron al negocio, Luisa se acercó a una de las macetas y buscó de un lado en específico, para al final sacar una llave de ahí, se acercó a la puerta abriendola y dejandolos pasar.
Ella al final volvió a cerrar con llave, no queriendo invitados desconocidos.
Caminaron al fondo del restaurante y abrieron espacio quitando algunas mesas y pegandolas a la pared. Luisa sacó tres cobijas de la oficina y le tendió dos a Zazil, a Ximena y a Fernanda, pero ésta última pasó de dormir por ahora, se quedaría a hacer el primer turno con Alan y Luisa.
Fernanda abrió su mochila y sacó el estuche de cuchillos de caza, ahora ya no eran seis y un cuchillo sobraba, decidió meterselo en su otra bota.
-¿Qué haces wey? Le preguntó Alan mientras se iba acercando a ella.
-Estoy viendo que es lo que tengo que nos pueda servir, toma un cuchillo, no se sabe si lo vas a necesitar. Dijo Fernanda mientras extendió su mano para darle el cuchillo a Alan, y este lo recibió sin más.
-también dale uno a Luisa, y deja estos dos a lado de Zazil y Ximena. Dijo Fernanda mientras le daba un montón de cuchillos.
-¿Cómo conseguiste tantos? Preguntó Alan lleno de curiosidad.
-pues, ¿Recuerdas cuando estábamos en pabellón Cuauhtémoc?, había una mesa con armas de combate cuerpo a cuerpo, tomé los que pude y pues les doy uno a cada uno, por si las dudas.
-vale, vale, les voy a dar los cuchillos a todos. La terminar la oración Alan se volteó y fue a donde estaban los demás para darles sus cuchillos.

Been to hellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora