Prólogo.

204 29 32
                                    


Ebrio.

Era un alfa total y completamente ebrio.

Era un alfa disfrazado de pirata total y completamente ebrio.

Los shots de tekila, sal y las rodajas de limón desfilaban por sus labios.

¿Qué mierda?

Bueno, no podía ser peor que esto.

—¡Los tequilas no se van a ir a ningún lado! —Bramó uno de sus amigos a su alrededor, tratando de hacerse escuchar por sobre la música.

Sus ojos verdes, brillantes por el alcohol, lo buscaron con la mirada hasta dar con un castaño adherido a una botella de cerveza y, por supuesto, vistiendo un ridículo traje de duende.

—¡Es tu cumpleaños! Te debería importar un carajo todo —razonó —, ¡a mí me importa un carajo todo! —terminó por exclamar, aproximándose a su amigo y abalanzándose a su pecho. Fue recibido con los brazos abiertos.

La ronda en la que se encontraba se desarmó un poco cuando más personas ingresaron en ella, pero realmente no le importó, de todas formas, apenas conocía a la mitad.

Apoyó su nariz en el cuello de su amigo, aspirando con tranquilidad mientras que el otro se movía al compás de la música.

Solía hacer siempre eso, cuando se encontraba ebrio, aspiraba las feromonas de omega que se adherían al cuello de su amigo y quedaba allí bastante rato. De un momento a otro, comenzó a lamer el cuello del castaño que tenía aprisionado con sus brazos.

—Eh, grandulón —llamó su atención, tratando de apartarse —, me marcarás con tu estúpido aroma y yo quiero pasar la noche con alguien agradable.

Quizás el alcohol influyó en que hiciera caso omiso a sus palabras, porque continuó lameteando el cuello de este, tratando de captar un poco más de su aroma.

—¡Harry! Basta ya, apestaré a alfa por el resto de la fiesta. —Le empujó suavemente, recibiendo un quejido que trataba de pasar por un gruñido.

Harry dirigió su mirada un tanto distorsionada a los ojos celestes de su amigo, estaba demasiado borracho como para pedir disculpas, y eso era demasiado.

—Me la he dado, ¿no es así? —Cuestionó en lugar de disculparse.

—No entiendo tu lenguaje bruto, pero has estado bebiendo como la mierda desde que llegaste, deberías controlarte un...

—Dime otra vez. ¿Por qué estamos en tu casa y por qué hay tanta gente ahora mismo?

Sus rizos bailaban en sus costados mientras movía la cabeza para señalar a toda la gente.

Niall Horan, cumpliendo sus veintitrés años, era un joven millonario, heredero de la empresa de su padre y convirtiéndose en todo un hombre de negocios a su corta edad, lo abrazó chocando su botella de cerveza con el pequeño vaso de tequila ya vació que el rizado sostenía entre sus dedos. Su sombrero verde se hizo hacia un costado.

—Mira, mi tonto y bruto alfa —comenzó, provocando que una ceja del rizado se alzara —, estamos aquí porque es mi jodido cumpleaños y toda esta gente está aquí porque tienen el privilegio de conocer al fantástico Niall James Horan y —con su dedo índice tocó la nariz del alfa —, porque si toda esta gente no estuviera aquí, te aburrirías como la mierda.

El alfa sonrió bobamente, trató de reírse, pero ya no controlaba demasiado bien los músculos de su cara. Tenía delineador negro alrededor de sus ojos, profundizando su mirada y provocando que esta fuera muchísimo más intensa en cuanto se dirigió a Niall para reprocharle sobre algo que ya no recordaba.

Aducci. PAUSEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora