Un trofeo y varias cervezas; capítulo tres.

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El vuelo de regreso a Londres fue ligero, con un par de intentos de dormir aquí y allá, ya que al aterrizar debían enfrentar un nuevo día. A cada milla todo se tornaba un poco bastante aburrido y vacío de emociones. Claro, salvo por un estúpido aroma que se aferraba a las fosas nasales de Harry. Si se atrevió a rociar atomizador con neutralizantes para deshacerse de la incómoda sensación en su pecho, no lo tenía que saber nadie.

Las complicaciones llegaron a él cuando se dio cuenta que debía ir con Shawn e intentar solucionar los problemas que de seguro le estaban esperando por perder un día más de clases, y justo cuando él mismo había dado su palabra de que no sucedería de nuevo. Suspiró con frustración al observarlo semidormido en el asiento del copiloto de su auto, de camino a la universidad. Definitivamente hundido en preocupaciones.

Un momento antes de ingresar a la oficina del decano recordó que debía de avisarles a sus padres que se encontraban sanos y a salvo en el continente, y sobre todo en la ciudad. Les actualizó de las cosas que debía hacer para terminar arreglando una cena y hablar de lo que había sucedido, definitivamente ese día iba a ser largo.

Para su suerte, el decano de Shawn era un aficionado al futbol americano, y un par de pases VIP a la final tranquilizarían el asunto. Con una alabanza de su hermano y un par de fotos tomadas con las personas que se cruzó en el campus, abandonó el lugar para centrarse en volver a su vida y, por supuesto, enfrentar sus propios problemas.

Cuando por fin llegó al club, ya llevaba media hora de retraso y todo un día perdido. Con cada paso que daba hacia el interior del estadio, más pesados sentía a sus problemas caer sobre su espalda. Y, definitivamente, el silencio de sus compañeros al entrar en el campo de entrenamiento lo hacía todo mucho, mucho peor.

El coach ni si quiera le dirigió la mirada, a pesar de saber que seguramente lo notó llegar y de no ser así, lo habría percibido en el aire una vez que se puso a precalentar sus músculos para comenzar los ejercicios. Cuando se sintió listo, siguió el entrenamiento con la mirada para cinco minutos después seguirles el ritmo y unirse a sus compañeros.

Para colaborar con su pesar, solo se trataban de ejercicios físicos, avanzando en resistencia y velocidad, enfocados en igualar sus condiciones físicas para que, al momento de armar jugadas todos estén a la altura. De haber practicado jugadas esa misma mañana, Harry tenía por seguro que él no estaría liderando, y se lo tenía bien merecido. Y bueno, si no le quedaba claro, Matthew, tacleador derecho, tenía planeado hacérselo saber en cuanto finalizó el entrenamiento y Harry, en vez de estirar sus músculos con el resto del grupo, se dedicó a incrementar pruebas de velocidad.

—¿Y esté qué mierda se cree? —Las palabras escupidas directamente en su espalda lo pusieron alerta.

Harry se detuvo antes de emprender carrera nuevamente, normalmente lo ignoraría, pero esta vez se giró, haciéndole frente al tacleador a sus espaldas.

—¿Disculpa?

—He dicho, ¿qué mierda te crees?

—¿No lo sé? —Se cruzó de brazos —. Tu dime.

El aire de repente se tornó espeso, a pesar de estar en un exterior, sentían el clima caer sobre ellos. No muchos se habían percatado de la situación formándose ahí mismo, solo los que estaban lo suficientemente cerca como para captar las feromonas que ahora, su compañero, estaba soltando. Para alarma de todos ahí, el coach y los entrenadores acababan de dejar el lugar.

—Te digo que te crees malditamente intocable, Salvador —soltó el apodo lentamente, claramente burlándose de él —. Que todos deben estar a tu disposición cuando ni si quiera te molestas en aparecer por aquí un día entero y, al siguiente, llegas malditamente tarde cuando estamos enfrentando la final más importante de nuestras carreras.

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⏰ Última actualización: Nov 16, 2019 ⏰

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Aducci. PAUSEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora