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Todo comenzó el bello día que nací, fue un 12 de setiembre del 94 cuando todo comenzó, pero fue a los siete años cuando me di cuenta de lo que sucedía, cuando empecé realmente a comprender el mundo a mi alrededor y a mí mismo.


Desde pequeños siempre se nos ha hablado de las almas gemelas, y de seguro te estarás preguntando, ¿Almas Gemelas?... pues sí, fuimos criados bajo el precepto de que allí afuera, en algún lugar del mundo está esa persona creada específicamente para ti.






Una persona con quien tendrás una completa afinidad profunda y por sobre todo natural, uno no crea para su alma gemela, no puedes moldear a alguien para que sea tu destinado, no. Simplemente ya está allí, en algún lugar, esperando por ti, porque el día que la encuentres será tan natural para ti reír con ella, abrazarla, besarla, amarla con todo tu ser.

A mí, desde que era apenas un infante se me había enseñado que mi misión como ser humano era encontrar a esa parte que es de nosotros, y a la cual, a su vez, pertenecemos, la existencia de una energía complementaria era una realidad.



Debíamos tener conciencia de que en algún lugar del planeta existe ese ser que nos hará vibrar, que nos está esperando, nos está amando como somos y, que al igual que nosotros, anhela nuestra presencia. Teníamos que poseer esa claridad en nuestro corazón: somos dos seres que antes eran uno solo y debemos lograr esa re-unión para alcanzar la felicidad que todos merecemos gozar.




Por ello, los Maestros siempre enfatizan que es muy importante que sepamos esto.








Como el infante que alguna vez fui, siempre soñaba con encontrar a mi alma gemela, me gustaba imaginar cómo era, si era una niña de Corea o extranjera, si tenía el cabello corto o largo, si se dejaría abrazar, si le gustaría viajar al espacio conmigo (pensamientos de un niño, ya no pienso en eso... no muy a menudo), en fin, el vacío por encontrar un alma gemela siempre estuvo.



¿Cuántos de nosotros no hemos sentido un vacío o una necesidad de encontrar "algo"?. Es una nostalgia que se experimenta en el espíritu, que nos dice que necesitamos unirnos a esa otra mitad para funcionar con toda la fuerza con la que fuimos creados desde un principio.





Y cuando la soledad duele más, aparece al fin. Pueden pasar años, pero en el fondo de tu corazón, sabrás siempre que existe y cuando llega, el Planeta entero se confabula a favor de ese encuentro y comienzan a desencadenarse toda suerte de acontecimientos para que finalmente estén juntos.










Durante mucho tiempo en mi niñez creí sentir todo eso, la "falta" de mi alma gemela, pero más tarde me di cuenta que solo era la sugestión creada por mi propio entorno. Escuchaba a mis maestras hablar con tanta ilusión acerca de sus destinados, del dolor que sentían al separarse o por aun no haberlas encontrado, creía todo aquello... como el niño que era. Pero mi maestra se encargó de destruir todos mis sueños e ilusiones, de quebrarme por completo, fue realmente doloroso...




El saber que no había nadie para mí.







Saber que una vez creciera, no habría una bella mujer que me esperara luego del trabajo con deliciosa comida casera, no habría alguien con quien hablar por horas de temas varios solo porque nos gusta hablar, alguien con quien tener muchos animales, alguien con quien quizás podría haber vivido en una granja; en el campo... nada de eso, todo aquello que había soñado había escapado de entre mis manos, tan fácil, con tanta rapidez... pero dejando un dolor inmenso tras sí.








Aquel oscuro día había comenzado normal (bastante de hecho, ya decía yo que tanta normalidad no era buena), me despedí de mis padres; dos destinados, para ir a la primaria, en donde las clases pasaron con extrema lentitud, hasta que llegó la clase de orientación, en donde la maestra nos pidió que lleváramos nuestras mesas a la parte de atrás para sentarnos todos juntos, ella al frente, hablando, explicando todo aquello de las almas gemelas, que todos y sin excepción alguna tenían un hilo rojo atado al meñique, e incluso levanto el suyo propio, como si estuviera mostrándolo a toda la clase... yo no entendía lo que pasa, ¡No veía ni un solo hilo rojo!.




Entonces continuó con su explicación, tan soñadora como solo la Srta. Lee podía ser, en fin, nos había dicho que nadie podía ver el hilo de otro, mas sí el suyo propio (malditas sean las pausas que hacia al explicar) y solo el propio, sin embargo... yo seguía sin ver el mío.




Seguía y seguía hablando, de cómo las personas se pasaban la vida buscando a sus almas gemelas, que a veces la encontraban incluso siendo niños, que otras lo hacían ya de mayores, pero que siempre tu destinado llegaba a ti "cuando la soledad se hacía más insoportable", que unos la buscaban toda la vida, que otros esperaban a ser mayores, pero el final siempre era el mismo, en algún punto de tu vida encontrabas el final del hilo rojo alrededor de tu dedo meñique.



Entonces yo había levantado la mano, confundido y hasta temeroso...








-Pero Srta. Lee, yo no tengo un hilo-


Y el tormento comenzó, la maestra se había mortificado, su ojos se llenaron de lágrimas (asustándome bastante de hecho), los niños a mi alrededor se giraron automáticamente a verme, alejándose por si acaso estar cerca de mí lograba desaparecer también sus hilos, escondiendo sus manos en sus pechos, protegiendo el dedo en el cual sus hilos estaban atados.










Y mis padres se enteraron.










Y durante un tiempo lloraron por mí.










Y mis padres luego sintieron pena.












E intentaron ayudarme, llevándome con todos los médicos que mi familia bien posicionada pudo pagar.








Y fallaron.












Y yo...

Bueno, mis sueños se habían desvanecidos... yo no tenía un hilo rojo rodeando mi meñique.

HILO -NAMV-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora