Prólogo

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JiMin tenía dieciséis años cuando fue secuestrado. Su madre lo había enviado a comprar pan, a eso de las siete de la tarde. Su padre venía desde Seúl con su hermano mayor debido a las vacaciones navideñas.

Estaba emocionado.

Salió con una gran sonrisa de su casa, manos en los bolsillos y su diestra haciendo un puño alrededor del dinero que su madre le dio. Daba saltitos demostrando su felicidad, saludó a los vecinos y sonrió al pequeño infante que intentaba dar sus primeros pasos.

Dobló en la esquina para dirigirse a la panadería y sintió como unos fuertes brazos lo tomaban por los hombros. Su pulso se volvió acelerado, se le nubló la vista y finalmente, lo último que pudo percibir fue el fuerte aroma al cloroformo que inundaba su nariz.

• • •

-JiMin.

-¿Sí? -respondió dulcemente el menor, acercándose al pelinegro.

-Termina de empacar luego, recuerda lo que hablamos.

-Sí, amor -sonrió estirando sus brazos para abrazar al más alto. -Hay que darle buena impresión a los nuevos vecinos.

Recibió un asentimiento y luego una mirada de advertencia. Largos y ásperos dedos pasaron por su rostro y sintió un pequeño hormigueo.

-No olvides maquillarte -susurraron sobre sus labios, para luego morderlos. Dejando una pequeña herida con rastros de sangre.

-C-claro -suspiró embobado.

Dos años.

JiMin llevaba dos años con el mismo hombre, dos años amándolo.

Subió las escaleras de su nueva casa lentamente, entró al baño de su habitación y sacó sus cosméticos.

Frente al espejo lo único que se podía apreciar era un demacrado rostro con grandes ojeras y moretones repartidos por toda la piel que lo conformaba. Estos pasaban de morado a verde y por último quedaban de un color amarillo que duraban al menos dos semanas sobre su pálida piel.

Tomó la base y comenzó a esparcirla por su cara, puso corrector de ojeras bajo sus ojos y los delineó, se miró nuevamente al espejo, acomodó su castaño cabello y sonrió.

Era tan afortunado de estar ahí.

Salió con la misma sonrisa que mostró al espejo y se topó de frente con su pareja.

Sintió un tirón en su cuero cabelludo y unos grandes labios impactar contra los suyos. Su espalda chocó contra la pared y jadeó.

Aquí vamos otra vez.

El pelinegro lanzó a JiMin contra el suelo y sacó una navaja del bolsillo de su pantalón. Desgarró todo el atuendo del más bajo y lo giró, quedando con su trasero rozando la pelvis del mayor.

El castaño sintió una palmada en su trasero y gimió de dolor.

Te gusta, JiMin.

Te gusta, debe gustarte.

Mordió su labio inferior para no volver a soltar otro gemido, pero el falo de su acompañante lo penetró de una sola estocada y lo único que pudo hacer fue gritar desgarradoramente.

-Cállate -sintió un puño en su rostro y penetraciones cada vez más fuertes y rápidas. Sentía como las paredes de su ano se desgarraban, pero sólo tenía que sonreír y callar. Lo sabía.

JiMin, te gusta.

Debe gustarte.

Él lo merece, lo mínimo que puedes hacer por él es complacerlo.

JiMin, él te ha dado un lugar donde vivir, comida y protección. ¿Y tú qué? Nada, ponte en su lugar.

Vamos JiMin, gime.

El mayor haló de su pelo otra vez, acercándolo hacia sí mismo. Lo besó con rudeza y guió la navaja hasta su trasero, haciendo cortes superficiales en este. Pequeñas gotas de sangre caían.

-¿Cuántas cosas logramos poner la vez pasada? -susurró con voz ronca.

-C-cuatro... -jadeó adolorido JiMin. -U-una figura d-de acción y... Y t-tres pelotas-s saltarinas.

-¿Hemos intentado algo más grande?

-N-no...

No, por favor. No. Suplicó el castaño internamente, mientras intentaba calmarse y apaciguar el dolor.

Dejó a JiMin en el piso para ir a la cocina. Y volvió con un vaso. Sonrió malicioso sacudiéndolo frente al menor y llevándolo hasta su ano.

-Oh, JiMinnie... ¿Crees que batiremos un nuevo record? -preguntó y pasó su dedo índice por el recto del más bajo, manchándolo con sangre que brotaba de la entrada ultrajada.

-N-no va a e-entrar.

-Sí, sí va a entrar.

Lamió el ano de JiMin y comenzó a adentrar despacio el vaso de vídrio. Los gritos del menor eran fuertes y desgarradores, sin embargo, iban disminuyendo tras cada golpe que recibía por chillar.

Después de un largo rato, el mayor aburrido de tanta espera, presionó con demasiada fuerza el vaso provocando que se rompiera junto con otro grito.

Y claro, todo grito. Iba acompañado de un golpe.

JiMin vio como el pelinegro miraba atento la sangre surgir de su palma, llena de pequeños vidriesitos. Se levantó y lo vio desaparecer por el pasillo hasta que volvió minutos más tarde con un paño en sus manos ya vendadas.

Se hincó a un lado del menor, lo limpió superficialmente y le tiró una pomada para luego volver a desaparecer en la oscuridad de la casa dejando a JiMin con una pequeña sonrisa en su rostro mientras miraba la botella en sus manos.

Que afortunado eres de tener a Kang DaeHyung contigo, JiMin. ¿Cómo te ha aguantado estos dos años?

Trust 《YoonMin》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora