Capítulo 2: "El otro lado de la historia." (1/2)

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(Una semana antes...)

Muchos piensan que la felicidad es algo estúpido y efímero, sin embargo, Choi San podría demostrarte lo contrario; casi todo el mundo lo considera un sol, y de cierta manera lo es, su sonrisa brilla como la gigantesca estrella, acompañada de sus hermosos hoyuelos y ojitos de alcancía.

San se había mudado hacía poco a Seúl debido a sus estudios, y mentiría si dijese que no se sentía extraño en aquella gran ciudad comparado con su pequeña ciudad de Namhae-gun. No obstante, esto no era motivo de desánimo para el rubio, porque, aunque estaba en un sitio completamente nuevo, definitivamente no estaba solo. Se mudó a la gran ciudad con sus mejores amigos de infancia, en un departamento que poseía el mayor de todos, Park SeongHwa; ya que los padres de él originalmente vivían en Seúl, sin embargo, esa es historia de otro día.

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― ¡SeongHwa hyung! ¡SeongHwa hyung! ¡SeongHwaaa!

Decía un rubio con voz chillona sacudiendo el cadáver, digo, cuerpo de su mejor amigo al cual tenía media hora intentando despertar, ya que él era el único que sabía cocinar y se estaba muriendo de hambre. San era un chico muy enérgico y movido, se despertaba con el alba y su ánimo no se perturbaba con nada. Ni siquiera con la mirada asesina que SeongHwa le estaba dando por haberlo despertado cuando sabe que se había ido de fiesta con YunHo la noche anterior.

― ¡Yah, que soy tu mayor! ―le reprendió con enfado, a lo que San solo respondió con una sonrisa que iluminaría hasta el día más oscuro.

Vio como el pelinegro se levantó con una mueca de su cama y se dirigía al baño, para luego bajar a hacerle el desayuno a YunHo y a él. Si es que el otro seguía vivo, porque el castaño tiene bastante mal aguante para las bebidas, y por eso es que Hwa había ido con él la noche anterior, porque éste no era mucho de este tipo de ambientes tampoco realmente. Además de que solo el mayor conocía la gran ciudad en la que se encontraban.

San se había levantado temprano esa mañana y tenía demasiadas energías que gastar en su cuarto día viviendo en Seúl, pero no quería  hacerlo solo, y es por eso fue a intentar despertar a su otro hyung y mejor amigo, Jeong YunHo.

El pequeño rubio se escabulló en silencio hacia la habitación del castaño, y sin tocar, abrió la puerta, solo para encontrarse con la escena de toda la ropa de la noche anterior tirada en el suelo y el muchacho enredado en las sabanas con un pijama mal puesto. Seguro su otro hyung lo obligó a bañarse antes de dormir. 

El muchacho meditó un momento qué hacer, y decidió que no era su culpa que el otro haya querido emborracharse para "celebrar". A San no le gustaban esas cosas para nada, así que se había quedado viendo una película romántica, la cual no terminó porque el sueño fue más. Sin pensarlo más, San se tiró encima de YunHo y escuchó como el otro gimió de dolor.

― ¡Sannie! ¡Quítate de encima, me aplastas!

― ¡No~!

― San, por favor, me duele todo.

―Yo no te mandé a irte a beber. ―se burló, sentándose a un costado de la cama y dejando libre el aprisionado cuerpo del alto.

― Ugh, cállate. Mejor consígueme una pastilla para el dolor de cabeza.―se quejó el castaño mientras se masajeaba las sienes. ―No recuerdo nada...

― ¿Y la palabra mágica? ―dijo San, fingiendo inocencia. ― ¿No? ¿"Por favor"?―siguió molestando.

El otro le dio una mala mirada que podía competir con la que SeongHwa le había dado unos minutos atrás. Y ahora que pensaba en él, seguro ya había salido del baño y se encontraba en la cocina. Se le hizo la boca agua de solo pensarlo y se levantó de la cama.

― SeongHwa hyung ya debe estar preparando el desayuno. ―avisó. ―Vístete y te espero en el comedor con tus pastillas, ¡hoy te toca salir conmigo!

YunHo suspiró con pesar y se levantó de la cama para dirigirse al baño.

San salió de la habitación y se dirigió a la cocina donde, efectivamente, se encontraba Park SeongHwa y olía a panqueques. Cerró los ojos risueño, como saboreando ya la deliciosa comida que estaba por llegar a su estómago.

― ¡Huele muy rico, hyung!

―Habla más bajo, me duele la cabeza todavía. ―dijo el pelinegro con notable cansancio en su voz.

―Ah sí, ¿dónde están las pastillas? Yunnie está deshecho.

Oyó al pelinegro bufar.

―Se lo merece. ―contestó malhumorado. ―Tuve que perseguirlo por toda la discoteca para asegurarme de que no se fuera de caliente.

―Pff, solo está de mal humor porque perdiste de vista al niño rubio ese. ―escuchó una voz a sus espaldas.

Ahí se encontraba YunHo con el pelo mojado, y ropa más decente; tenía mejor semblante.

―Cuidado con lo que dices, Jeong. ―le señaló con la espátula que estaba utilizando en el momento, para luego volver a lo suyo. ―Siéntense, ya les voy a servir.

YunHo y San se dirigieron al pequeño comedor que tenían, esperando al otro mayor, que prontamente entró colocando dos platos en frente con panqueques y jarabe,  regresando a la cocina para buscar los suyos y ofrecerle a YunHo una pastilla con un poco de agua.

―Gracias, hyung.

― ¿Y bien...?, ¿nadie planea contarme lo que pasó anoche con ustedes dos? ―mencionó el rubio, mirando de un lado a otro, buscando que uno de sus amigos le respondiera la incógnita.

―Lo de siempre, YunHo se emborrachó, se intentó ligar hasta a las mesas y yo tuve que andar de niñera. ―dijo SeongHwa, mirando mal al castaño.

― ¡Hey! ¡Tú también estabas de coqueto y yo no te dije nada! ―gritó, y ahí mismo se arrepintió pues su cabeza lo seguía matando.

San miró sorprendido a su mayor, pues él era muy reservado y realmente nunca le había visto ligar así por así; no podía imaginárselo.

―En mi defensa, yo ya lo conocía desde antes y tú solo te embobaste de ver a su amigo. ―dijo el otro, calmadamente.

YunHo solo gruñó.

―Cállate, Park.

―Soy tu mayor. Respétame.

―Sii ti miyir, rispitimi. ―se burló el otro de forma infantil.

SeongHwa se levantó y fue a la cocina, y volvió con la espátula que antes estaba utilizando (limpia, claro, su mayor era bastante quisquilloso con tener todo limpio), y comenzó a golpear a YunHo con la misma, con un rubio de fondo casi ahogándose de la risa.

― ¡Yah, yah, hyung! ― decía el castaño agredido. A este punto estaban los tres riéndose de la estúpida pelea. Ya luego San se haría cargo de que le contaran lo ocurrido en esa discoteca, por ahora solo se quedaría ahí, riendo y con un delicioso desayuno por comer.

Sí, San tenía los mejores amigos del mundo y no los cambiaría por nada. Si estaba con ellos, no importa si se mudase al infierno; todo estaría bien.

Your Smile.《𝐖𝐨𝐨𝐒𝐚𝐧》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora