Capítulo 10: Ajuste de cuentas.

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Jason:

  Viernes, al fin . Decir que tuve una una semana difícil es poco. Sobre todo si tengo que dividirme entre estudiar para los exámenes de la universidad y mantener bajo control la tensa relación con mi padre. Lo cual, requiere pasar gran parte de mi tiempo libre, acompañándolo de reunión en reunión relacionadas a asuntos de su empresa.

  No recuerdo si en algún momento el trato con ése señor fue distinto.  Siempre fueron sus negocios primero, despúes todo lo demás, incluido su propia familia.

   Tanta es su obsesión con su trabajo, que no pudo asistir a  uno de los días más dolorosos de mi existencia. Jamás le perdonaré que no hiciera acto de presencia en el funeral de mamá y mi hermana.

  Sólo debo aguantarlo unos años más, me digo, mientras escucho a John ,mi padre, hablar por telefono, con esa arrogancia que lo caracteriza.

  Me apuro con mi desayuno para no convertirme en blanco fácil de su mal humor y me dispongo a ir a la universidad. Sin embargo, fracaso estrepitosamente. Antes de llegar a la puerta me detiene la voz de mi progenitor.

—No quiero otro escándalo como el del fin de semana. No te comportes como un crío mimado.

  No le contesto.  Respiro profundo y salgo de esa casa, que tantos tristes recuerdos me trae. Salgo con los puños apretados y con unas malditas ganas de mandarlo todo a la mierda.

  Me recuerdo una vez más porque todavía lo soporto. Aún así, luego de unos minutos con ese mantra, me cuesta tranquilizarme .

  Necesito de la influencia y de los contactos que posee mi padre para averiguar que fué  lo que pasó hace un año, cuando perdí a las personas más importantes de mi vida. Estoy seguro que detrás de ese accidente hay algo más .

  Todavía tengo pesadillas con ese maldito día. Cuando recibí esa llamada, jamás me hubiera imaginado  escuchar esa noticia.

  Mi mundo como lo conocía se vino abajo. El dolor y la impotencia aún me acompañan día a día. El rencor,  la pérdida , la sed de venganza, el odio.  Todos estos sentimientos mezclados conviven en mi interior y se han convertido en mis únicos aliados en esta causa .

  Me detengo en un semáforo en rojo.  Un rayo de sol choca de lleno con mis ojos, dejándome momentáneamente desprovisto de visión . Busco los lentes en la guantera de mi auto y me los coloco . 

  Afuera el sol brilla cálidamente, anulando cualquier probabilidad de que vaya a llover el día de hoy.  Ninguna nube mancha el azul impoluto del cielo.  Un hermoso y perfecto día de primavera.

  Asqueroso.  Odio los días soleados.  El día que mamá murió, el sol parecía burlarse de mi desgracia con su presencia .

  Siempre, en las películas que veía de niño, cuando alguién moría, el cielo rompía a llorar lamentando la pérdida de ese ser querido. Por eso,  siempre tuve la estúpida creencia de que, si alguién fallecía, si no tenías a nadie que te acompañara en tu dolor,  tendrías la seguridad de que, por lo menos el cielo estaría ahí para tí , compartiendo tu sufrimiento. 

  Sí,  era un niño estúpido . Y sí, también veía ese tipo de películas, porque la mujer que me dió la vida, no soportaba verlas ella sola,  por lo que Lizzie y yo éramos su compañía .

  Esa tarde, donde me quitaron a las únicas personas que amaba en el mundo, el día estaba como hoy, tan soberbiamente resplandeciente.

Nunca me sentí tan sólo en mi puta vida . Tan derrotado, completamente desolado y roto.  Ni el cielo,  a quién yo confiaba todos mis males, me había brindado consuelo.
No llovió. Ni siquiera estaba nublado ese día, así que las unicas gotas que cayeron esa tarde, fueron mis lágrimas . No sólo habían muerto mi madre y mi hermana. Una enorme parte de mí también lo hizo.

La chica sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora