1.Primer encuentro "Kuro"

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En aquellos días fríos de otoño, en los límites de Asunción, Paraguay, Brunchi como todos los días iba muy temprano a la Universidad. Despertarse temprano no era problema para ella, lo que era su real fastidio y pereza, era esperar un bus, ir apretada como si fuera un pescado enlatado hasta tal punto que ya ni podía mantenerse sin estar a punto de desmayarse.

De vuelta ya para la casa, después de un día largo teniendo que soportar a su profesor Obdulio, que todos sólo lo decían obdu, quién era el normal profesor chuleador que le encantaba restregar en cara que era el mejor, y que las entregas de tus trabajos eran estiércol de vaca o chancho.

Brunchi bostezó, mirando el cielo, como era costumbre esperar el bus a lado de su amiga Misaki, quién deseaba con todas su pu** ganas que ella primera fuera la que subiera, se estaba muriendo de frío, pero la pelinegra de piel blanca, y ojos color café claro, ni lo sentía, como era costumbre, ella se abrigaba muy bien –a tal grado de exagerar–, para evitar sentir algo de frío, y llegar a resfriarse lo cual era muy fácil enfermarse, ya que no tenía muy buena resistencia física. Pero Brunchi siempre restaba ese detalle, sin darle mucho interés.

—Ojalá y esta vez, el pu** micro no se le antoje pasar de largo –decía Misaki, mientras buscaba calor.

Brunchi solamente sonrío divertida.

—Tranquila, ya llegará, a lo mejor y te vas primero –decía ella.

Misaki suspira, y hace una mueca.

—¡Ja! Así siempre dices, ¿y quien es la primera que se va?–pregunta cansina.

Brunchi sonríe nerviosa.

—¿Yo? –pregunta.

—¡Tú! Y me abandonas perra, pero bueno, es la mala suerte que siempre me acompaña –bufa Misaki.

Brunchi ríe un poco, no le molestaba la manera de hablar de su amiga, con el tiempo había descubierto, que eso era un tipo de "cariño", y aprendió a convivir con ello.
Fue quedando en silencio por los buses que pasaban y le impedían hablar como pudiesen entenderla cuando pronunciara alguna palabra.

Con suerte, Misaki primera se fue, alegre por ir primera,  ya que se cagaba de frío.

—Bye, Bitch,  tqm~ ...

Se despidió Misaki de Brunchi,  quién sonrió feliz de su alegría, cuando ella estaba acompañada era una chica alegre, con un camina llena de pereza.
Pero cuando estaba sola, con personas desconocidas, su rostro era neutral y el cansancio se reflejaba en él. A veces los chicos temían acercársele por esa razón.

Ella suspiró, sacó su cabeza para mirar si venía el bus que la debía llevar, pero ni un venir.
Ya había pasado media hora de que salió de la Universidad, tenía hambre y sueño. Miró el cielo, estaba gris, parecía que llovería, eso la inquietaba, no había traído paraguas.

Su suerte la sonrió, y llegó el bus, subió ante la atenta mirada de algunos pasajeros hombres, pero era normal,  ella ignoraba todas las miradas de tal mal que era muy despistada para darse cuenta de muchas cosas. Aunque ese día no sería del todo su suerte. Subió tanteando por donde agarrarse, haciendo malabarismos, ya que su karma eran las caídas, y caer como bolita en el bus no era opción para ella. Ya no quería conocer futuros amores por esa cuestión,  si, la mayorías de sus ex-novios la había conocido por su fama de caídas, quienes mismos la salvaban de ellas.

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Un tiempo pasó y cuando ya estaba a solo 15 cuadras de su casa,  el bus hizo un feo sonido, como tambien se tambaleó bruscamente hacia un lado, ocasionando exaltar a todos, Brunchi llevó su mano al pecho, se había asustado por haberse quedado dormida en el trayecto, ese golpe la había despertado abruptamente.
Miró por todos lados, no vio nada anormal,  pero enseguida todas personas iban saliendo,  ocasionando que haga una mueca.
¿Por qué no podía tener un día normal? Siempre sus buses o se quedaban en el camino u otros autos los chocaban. Miró fuera y para su desgracia,  llovía.
Le devolvió la boleta al conductor,  él le devolvió el dinero,  se encaminó a un techo rápidamente,  suspiró de cansancio cuando al fin lo logró.

—Ha~ ...que fastidio, llegaré tarde casa, y tengo hambre –murmuró para si misma.

Se refugió bajo el techo, miraba de vez en cuando si algún bus alternativo venía para llevarla,  pero nada mas que taxis pasaban,  y tampoco tenía dinero para un viaje. Miró su alrededor con aburrimiento, encontrando a un gato medio azulado negro, durmiendo sin problemas bajo una caja de algún electrodoméstico.
Tan relajado lo vio, que sonrió, le encantaba ver a los gatos dormir, a pesar que no eran del todo,  su agrado.
Se acercó para acariciarlo, sabiendo el riesgo que correría, no le importaba tener un ataque de alergia,  algo la llevaba a querer acariciar,  con curiosidad lo hizo. El gato negro con expresión adormilada la miró, y bostezó, ella le sonrió cálidamente.

—Dormilóncito~ –pronuncio por lo bajo.

Mas luego miró su reloj, posado en su muñeca,  y suspiró,  ya casi las 14:00 de la tarde. Como no quería molestar a sus padres,  y tampoco seguir esperando,  optó por ir caminando.

—Adiós... Kuro –musitó despidiéndose.

Lo había llamado así por su color, que era lindo y lo hacia ver tierno. No lo podía llevar a casa, eso lo tenia muy en claro, no por el hecho de que sus padres la regañarían, sino por hecho de que sus alergias serían un real fastidio. Por ser alérgica no podía estar tanto tiempo como los gatos, al poco rato de ya solo faltar 4 cuadras para llegar a su casa,  su mano estaba con un intenso salpullido, ocasionado por la reacción alérgica al gato.

—Al menos pude acariciarlo –pronuncio entre una mueca,  más luego sonrió.

Cabe decir que cuando llegó a su casa, los padres le habían regalado por llegar tarde y además con la cara roja del cansancio,  era de esperarse había caminado para llegar, bajo la lluvia. Mas luego estornudó, anunciando una posible gripe.

Con cansancio explicó a sus padres mientras almorzaba lo que había sucedido, cambiando su rostro de enojo por su tardía, a uno de preocupación. Pero ella con una sonrisa tranquilizadora, le dijo que no le había pasado nada,  que después todo había llegado y eso era lo más importante,  había llegado viva.

Ellos la abrazaron con alivio,  después de todo ella era la última hija que se había quedado con ellos,  y la mas pequeña. Pero al abrazarla,  una mueca de dolor pasó por un minuto por el rostro de Brunchi, pero enseguida lo ocultó, no quería  preocuparlos,  al parecer un dolor agudo le había recorrido la espalda, a causa del abrupto impacto que por dentro al despertar en el bus, sintió.

Con cansancio,  se baño con las últimas energías, mas luego se acostó a dormir, no tenía las ganas de hacer ninguna tarea, después de todo no tenía clases mañana. Por lo que durmió de continuado.

Mañana sería otro día, y un nuevo día de flojera.

Locura Insana (SleepyAsh)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora