Adiós París.

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Asomé mi cabeza por la puerta de la habitación de mi hermano, al parecer seguía dormido.

-¿Luke, quieres venir a dar un último paseo?- entre abrió sus ojos y negó perezosamente con su despeinada cabellera.

-Es muy temprano. -se cubrió hasta la cabeza con sus cobijas azules, sin insistir acomodé mi bolso que colgaba de mi hombro y salí de mi silencioso hogar, apenas cerré la puerta encontré a Rob mirándome desde el marco de la suya.

-Escapando de nuevo, ¿no crees que eso está mal? -rodé mis ojos y caminé por el pasillo, ignorándolo. Sentí sus pasos alcanzarme en las escaleras. –Bonjour, Rob. ¿Comment allez-vouz? -dijo imitando mi voz con sarcasmo. –Je vais bien, merci.

Al salir sentí el caluroso aire, el fuerte sol y una mirada que me estaba volviendo loca. Lo miré por primera vez a los ojos el día de hoy. Arrepentimiento, pude notarlo.

-No quise ser grosero con lo de ayer, de verdad lo siento. -suspiró y me regaló una tierna sonrisa a la cual respondí. No podía permanecer más tiempo enojada con él. –No quiero que sigamos así.

-Descuida, todo está olvidado. -me envolvió en sus brazos y yo no dudé en hacer lo mismo. Decidí olvidar el berrinche que causó ayer. Le cuesta aceptar que pronto tendré que irme lejos de él.

-Simplemente no quiero que te vayas, conocerás nueva gente y te olvidarás mí. -susurró sobre mi cabello.

-Yo nunca me olvidaré de ti.

//

Nuestro lugar favorito en París, el parque des Buttes-Chaumont. Estábamos en silencio, mirando como los turistas tomaban fotografías al mirador del otro lado del lago y a las distintas flores del lugar. Iba a extrañar todo, en especial estos paseos con Rob. Hace cinco años llegué a esta ciudad y desde el primer día que llegué él ha estado conmigo, aún recuerdo esa tarde que abrí la puerta encontrándome con un Robert más pequeño dándome la bienvenida a Luke y a mí. Desde ese día nos hicimos amigos. Desde ese día lo amé. Desde ese día no se lo he dicho. Desde ese día muero por dentro.

Lo miré de reojo y me sentí indecisa, no quería irme sin antes decírselo, pero me daba mucho miedo. No podía hacerlo justo ahora, cuando ambos sabemos que es el fin, al menos por ahora.

-¿En qué piensas tanto? -mi amigo me sacó de mis pensamientos e inmediatamente me puse nerviosa al recordar lo que estaba pensando antes.

-Yo... creo que debemos irnos, tengo que terminar de empacar. -evité mirarlo a los ojos ya que estaba mintiendo. Se levantó al mismo tiempo que yo y sacudió el césped impregnado en su pantalón.

Caminamos por el sendero que rodeaba al lago, sin prisa. El sol veraniego traspasaba por las hojas de los árboles en un suave resplandor. Sin darme cuenta Rob tenía una flor de lis en sus manos, con colores entre azul y blanco, era hermosa.

-Son mis favoritas. -comenté.

-Lo sé. -suspiró, sonaba desmotivado. -Por eso cada vez que vea una me acordaré de ti.

//

Abrí despacio la carta que encontré en mi alfombra.

Carta de Rob, seguramente la metió por la ventana.

Me senté en mi cama y fijé la hoja entre mis manos para leerla. Releí por lo menos unas tres veces la última frase: [....no encuentro las palabras adecuadas para decirte que te amo...].

Esta carta tenía la fecha de hace dos años.

El metal de las escaleras de incendios sonaba mientras yo subía a zancadas, lo más rápido que pude. Llegué a la ventana de Rob, estaba entre abierta y no dudé en abrirla, entré como una fugitiva a la habitación sin luz, al parecer no había nadie, pero a los pocos segundos escuché unos pasos acercarse.

-¡Bonne nuit, famille! -escuché la voz de Rob como un eco por todo el pasillo y al final dejó escapar una risa, de pronto la puerta se abrió y cerró al instante, la luz se encendió.

-¡Mierd...! -no lo dejé terminar la oración, corrí hacia donde él estaba parado y tapé su boca con una de mis manos.

-Cálmate, no quiero que nos escuchen. -solté su rostro confundido y un poco asustado.

-¿Qué haces aquí? -se veía contento y confundido a la vez, dejé escapar una risita y saqué la carta doblada de mi bolsillo.

-Explícame, ¿qué es esto? -abrí el papel y se lo puse muy cerca de su rostro, abrió sus ojos de par en par y me lo arrebató al instante.

-¿Cómo lo encontraste?

-Estaba en mi habitación, genio. -su rostro no dejaba de lucir sorprendido, se quedó pensativo y despegó sus labios para hablar.

-¡No debí mostrarle esto a Gus! Es un tonto. -resopló enojado y tapó su rostro con el papel. -Lo siento, Leah.

-Yo también te amo. -solté de repente, sacando lo que sentía y sintiendo un peso menos de encima. Lentamente destapó su cara, sus ojos estaban más brillantes que nunca.

-¿Qué? -pronunció casi en un susurro, no era necesario responderle, acaricié su húmedo cabello por el baño que había tomado y delicadamente bajé mis manos por su rostro, no me resistí más y me acerqué a su boca.



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