Los días posteriores se desenvolvieron con absoluta normalidad. La misma rutina se llevo a cabo: trabajo, casa, universidad. Pude ponerme al día con algunas lecturas de la facultad, retomé el libro de ficción que tenía abandonado, fui a correr y miré unos capítulos de otra serie mientras contaba los días para que comience la nueva temporada de Game of Thrones.
Hice miles de cosas, pero el hecho de seguir haciendo solo una de ellas, me estaba poniendo de muy mal humor. Odiaba pensar, mi mente recordaba una y otra vez lo ocurrido en el local; el hilo de pensamiento siempre terminaba en aquella situación, como si dentro de mi cabeza mis pensamientos fueran en círculos.
¿Por qué me comporté de esa manera? No podía entender como aún sentía el aroma fresco a menta en mi nariz y esos estúpidos ojos rasgados se me aparecían desde algún pensamiento que trataba de evitar. Jamás me había sentido de esta forma y no encontraba alguna razón valedera.
La noche del sábado llegó, y me encontraba tirado en mi habitación rodeado de libros. No eran de ficción, sino académicos, para una materia que no me gustaba pero debía aprobar. Los frenéticos movimientos del celular sobre la cama me alertaron, la luz parpadeante de la pantalla me indicaba que alguien llamaba. Tomé el celular y eché un vistazo, era Rob mi mejor amigo.
— ¡Hey, pibe! —exclamó del otro lado del auricular.
—Rob, tengo nombre. No me gusta que me llames pibe. —respondí.
Un bufido molesto me inundó el oído. Rob era todo lo opuesto a mi. Él era extremadamente sociable y risueño, siempre estaba animado con muy buen humor; a todo el mundo conocía y todo el mundo lo quería. Si bien yo no era un ogro, por lo general era siempre el más serio de mi grupo de amigos. No sonreía demasiado y menos ahora que mi vida estaba plagada de preocupaciones.
Pero hoy era sábado. Sacudí la cabeza con fuerza para alejar simbólicamente los malos pensamientos; me entró un mechón de pelo en el ojo, lo corrí y luego sonreí hasta que me dolieron las mejillas.
—Perdón, Ivan Demichellis. —dijo burlándose— ¿así esta mejor?
—¡Mucho mejor! Hagamos algo esta noche.
Las carcajadas sonaron tan fuerte que tuve que apartar el aparato de mi oído. A parte de alegre, Rob era un poco exagerado, pero era un gran persona también.
—Por algo somos amigos. Justamente para eso te llamaba. Mamá esta noche está en el Privé, vamos a comer ahí y después tomamos algo.
Privé era el restaurante exclusivo de uno de los hoteles más grandes de Santa Fe, se encontraba junto al casino de la ciudad en la zona del puerto. La cremme dela cremme santafesina se movía en ese lugar, y por obvias razones, todo ahí era exageradamente caro.
Cuando estaba por abrir la boca, la voz de Rob volvió aparecer.
—Y antes de que digas algo... todo va ser gratis. Mamá estará supervisando esta noche y tiene cientos de pases free que nunca usa. ¡Tenemos que comer y tomar hasta cansarnos! ¿Vamos? —me insistió.
La madre de Rob era una de las dueñas de Privé, una mujer amable pero sumamente exigente. Me tomé unos segundos para meditarlo. Podía pasar la noche leyendo algo que ya sabía, o distenderme con Rob que hace bastante tiempo no lo veía. La segunda opción ganó por knock out.
—Esta bien. Vamos a Privé y nos tomamos hasta el agua de los floreros. —dije más animado.
—¡Esa es la actitud! —respondió mi amigo luego de un grito de jubilo— Paso a buscarte en una hora.
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Azul Oscuro
عاطفيةLa vida de Ivan se desenvuelve monotonamente como la de cualquier joven de veintitantos. Trabaja para pagar cuentas e intenta terminar sus estudios universitarios antes de que sus padres lo dejen en la calle. El ser el típico niño mimado por muchos...