Disculpa, es que soy de izquierdas

1.3K 136 49
                                    

Ya lo sabía Riley: el primer día soleado después de un invierno frío siempre terminaba siendo un desastre. No era una chica supersticiosa, pero a sus veintitrés años ciertas situaciones recurrentes la habían llevado a aceptar aquello como una verdad empírica. También sabía, por ejemplo, que mientras más desarreglada saliera de su casa más gente se iba a encontrar en el camino. Quizá por eso siempre su aspecto era tan pulcro; la interacción humana por norma general la hastiaba mucho.

Sin embargo, hubiese preferido encontrarse a todas las personas que había conocido a lo largo de su corta vida que tener que enfrentarse a esa calamidad de día. Es que desde que se levantó, la mala vibra le llegó hasta los huesos: se le quemaron los panqueques del desayuno, tuvo que pedirle a Meghan que la auxiliara porque la batería de su auto se había descargado, y para completar había insultado a su nueva profesora luego de casi llevársela por delante. Que la tipa había sido una imbécil que había cruzado sin mirar a los lados, ajá, ¡pero haber sabido quién era y guardaba un poco las formas, demonios!

La parte de que si a Miranda Rees le aprobabas la materia era porque habías hecho un pacto con el diablo ya la había oído, pero no la parte en la que le advertían que la mujer lucía como si acabara de salir de caerse a golpes en un antro de mala muerte. Menos mal y en la universidad estaban contra la discriminación y eso le daba carta libre a la gente de vestirse como se les cantase.

De todas formas, Miranda podía irse en topless y aun así imponer su presencia en cualquier aula. En treinta minutos oyéndola hablar llegabas a la conclusión de que esa mujer debía, cuanto menos, haberse leído y digerido todos los libros de la biblioteca. Era listísima, a Riley le intimidaba incluso tener que levantarse y dar una presentación de sí misma, aunque todos los demás lo habían hecho antes que ella.

¿Cómo se llamaba? ¿Cuántos años tenía? ¿Qué carrera cursaba? ¿Por qué semestre iba? ¿Qué pensaba de la relación entre el Estado y la empresa privada?

Bueno, esa última sí que le dio para rato.

―...es simplemente despreciable cómo se hacen concesiones en favor del enriquecimiento de unos pocos a cambio de la explotación del resto. Hay que reestructurar el sistema desde las bases antes de que este colapse.

De acuerdo, quizá se le fue de las manos el asunto porque diez minutos después seguía sumergida en un debate con un par de compañeros a los que no toleraba desde hacía tiempo. Fue solo cuando notó que Miranda tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido que entendió que debía callarse. Su cara enrojeció solo de imaginarse cómo debía verla esa mujer. Primero el espectáculo del estacionamiento y luego eso. Santo cielo.

Nunca había estado más agradecida de que una clase terminara, se paró de su mesa casi de un salto nada más se hicieron las nueve y media. Sin embargo, estando a la mitad del camino decidió devolverse al salón. No era muy buena manejando eso de la culpa y solo había que tener un poco de sentido común para darse cuenta de que se había comportado como una idiota frente a su profesora. Tampoco quería comenzar con mal pie ese semestre y mucho menos darle una imagen problemática una de las pocas personas que la separaban de su título universitario.

Miranda todavía estaba en el aula, pero parecía a punto de abandonarla justo cuando ella llegó. Tenía el cabello amarrado, aunque igual lucía despeinada. Cuando volteó a ver a la chica algunos mechones rubios se le pegaron al rostro.

―¿Se te quedó algo? ―le preguntó.

De repente, al verla mordiéndose los labios, como si estuviese luchando para contener una carcajada, Riley se sintió muy tonta. Ser consciente de su propia torpeza no hacía la situación menos vergonzosa; al contrario, le entraban más ganas de desaparecer a cada segundo que pasaba.

Para mi alumna, la más guapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora