Preludio.

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El sol era el partícipe principal del caluroso día que arrasaba el ambiente en las calles de Seul. Las personas caminaban de un lado a otro, ajetreadas por sus pendientes labores, y creando una masificación estresante en los andenes. La brisa era escasa, y densa, pues la mayoría de frentes estaban recubiertas de sudor, o eso es lo que alcanzó a observar el dueño de una cabellera castaña ceniza, que se recargaba perezosamente en el tallo rugoso de un árbol que se hallaba en el parque frente a la autopista de la ciudad. ChangKyun no se caracterizaba por pasearse por las carreteras, y mucho menos por mezclarse con la aglomeración de personas, por eso se vio obligado a retirarse cuando el tumulto de gente aumento, sin intención de decrecer.

Sus manos sostenían un pequeño palillo plano de madera, y recubriendo la parte superior a este un bloque saborizado de hielo, simple y refrescante: Una paleta; pero no se trataba de cualquier paleta, decía Kyun, era una de frutos rojos, en resumen su favorita.

Pasó su lengua por toda la longitud del frío aperitivo, deleitándose con el dulce sabor que desprendía, y seguido a esto dio una suave mordida, haciendo crujir el hielo, y enviando espasmos a su cuerpo entero por la fricción de sus dientes con el brusco cambio de temperatura. Estaba realmente disfrutando en ese momento, probar su dulce favorito era la gloria, y mucho más en días de verano.

Su obsesión con las paletas habría comenzado desde muy pequeño, pues su querida madre le traía una cada vez que podía, ya que venían de una economía muy humilde, y era como un tesoro lleno de oro para un niño con apenas seis años, y seguía siéndolo, ahora que ya había pasado su mayoría de edad y podía considerarse un adulto, sumándole el hecho de que cada vez que veía el color rojizo de su dulce en mano, recordaba a su fallecida madre, quién le había abandonado años atrás por una catastrófica enfermedad. El granate solía ser el color favorito de su progenitora, y lo sería para él el resto de su vida.

Las nubes comenzaron a cubrir el sol, escondiéndolo de a poco y creando una sombra placentera para los apurados caminantes. La paleta ya estaba en su punto de fusión, pues las altas temperaturas impactaban contra ella, y el pálido tuvo que comenzar a succionar un poco más rápido para terminarla antes de que los cambios de estado se volviesen sus enemigos.

Su tarde era monótona, nada fuera de lo normal, y recordó de golpe el parcial que tenía en la Universidad al otro día, sobresaltándose y mirando la hora en su celular.

"Solo unos minutos más"

Murmuró para sí mismo, guardando la varita de la paleta ya terminada en el bolsillo de su pantalón rasgado. Su pie se movió de arriba a abajo con ansiedad, sus ojos se paseaban entre al frente y su reloj, entonces observó
como la hora marcaba las 6:00. p. m. Y fue ahí cuando lo vio.

Su cabello rojizo estaba haciendo un contraste casi perfecto con su hermosa piel, y sus ojos brillantes se mantenían al frente. ChangKyun sintió que se derretía con la imagen del chico cuyo perfil pudo haber apreciado como el mismísimo de un Dios Griego. Llevaba meses, más de dos, quizás, viniendo todos los días, a la misma hora, en el mismo parque, solo para admirar como el atractivo chico de tan llamativo cabello salía por las puertas de la reconocida repostería de la ciudad.

¿Que cómo terminó en esa situación?

Todo empezó cuando volvía de su Universidad casi al medio día, era un día agotador y se vio obligado a descansar en una banca de aquel parque, y fue en este momento justo en el que el pelirrojo pasó frente a él, cruzando la calle para ingresar al que se suponía era su trabajo, y el más pequeño no pudo evitar quedarse embelesado con la imagen del dulce chico de los pequeños hoyuelos. Fue así como acabo visitando diariamente este punto, admirando desde lejos al muchacho, y anotando en una libreta roja las cosas curiosas que había descubierto del chico cuyo nombre desconocía, y con ello supo que le gustaba alimentar a los gatos del parque, anotó igual la costumbre del contrario por remojar sus labios, y no pasó desapercibido el gran carisma que tenía para tratar con las personas, fue así como cayó rendido ante la presencia del otro.

ChangKyun miró hacia al frente, conteniendo un suspiro por su amor platónico, y sí que era platónico, pues con su inseguridad jamás se le acercaría; prefería mirarlo desde la distancia, además no iba a admitir de buenas a primeras cuánto estaba encantado con el pelirrojo.

Vio como el contrario miraba hacia el cielo, aparentemente agotado, y ya que pudo descansar en paz, y gozar un poco de la belleza sobrenatural del otro, acomodo su maletín dispuesto a ir a casa, pero todo fue diferente esa vez, su mundo se detuvo, su cuerpo de estremeció, sintió los vellos de sus brazos saltar, y su cabeza dar un giro de 380°.

Cruzaron miradas.

Sus ojos se encontraron por primera vez directamente, y se quedaron largos segundos así hasta que el menor de ellos decidió tomar con fuerza las tirillas de su morral y romper el contacto abruptamente, para caminar con ligereza hacia su casa. No esperó a cerrar con seguro, ni saludó a su pequeño gatito; pues sus pasos se dirigieron hasta su baño, y una vez ahí adentro se empapó la cara de agua, mirándose a espejo con el pulso acelerado, y el corazón desbocado.

"Él me miró..." "Él me descubrió"

Y fue una maldición la que salió de sus labios, tan fuerte y clara, que los perros de su vecina comenzaron a ladrar violentamente, pero es que, ¿Cómo no reaccionar así? Ni una paleta podría calmar sus nervios, y su acelerado palpitar el cuál aumentaba más a medida de que los pensamientos se multiplicaban en su castaña cabecita.

"Ya no podré volver"  "Se dará cuenta si voy de nuevo"

Y con frustración golpeó la pared de al lado.
-Santa mierda. —Murmuró con voz ronca, enfadado por su torpeza—.

GRANATE. <<JooKyun>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora