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Y Vivian le dijo.
Le dijo lo que pensaba de Zed aclarando que era sólo una opinión.
Y Bill, al día siguiente llegó a la banca e ignoró a Zed.
Vivian no notó eso hasta que Zed habló: "Bill,¿estás enojado conmigo?".
Vivian, como de costumbre, estaba atenta a todo lo que envolvía a su amigo.
"Te dije que estoy harto de que me molestes. Déjame en paz."
Y Vivian sintió un miedo inexplicable (y aún así, trataré de explicarlo).
Sintió que era su culpa. Sí, en efecto le caía mal Zed, pero de todas maneras sentía que estuvo mal decirle a Bill lo que pensaba.
Negó con la cabeza interiormente. No podría ser su culpa. Está tomando mucho crédito. Ella no influencia a Bill tanto. Porque ella opina algo, Bill no actuaría concorde la opinión, ¿o sí?
Caminó hacia la pared a lado de la banca. No era su culpa, ¿o sí? Y esa manera en la que Bill habló: tan seco, duro, golpeado. Nunca había escuchado a Bill molesto. Bajó la mirada. Esperaba no hacerlo molestar alguna vez, no para que no le hablara golpeado, sino para no herir sus sentimientos de ninguna forma. Bill era muy importante para nuestra protagonista.
Y su mejor amiga empezó a hacerle plática, distrayéndola de lo sucedido. Sonrió y rio, pero siempre que estaban en la zona de la banca, Vivian no podía dejar de pensar en, mirar de reojo a y prestar atención a si hacía alguna reacción Bill. ¿Era una obsesión? Porque no se sentía incorrecto.
Tocaron el timbre y se fueron a sus respectivos salones todos, excepto que Zed y Bill fueron por caminos diferentes.
Por pura rutina, Vivian siguió el camino de Zed. Y ahí estaban los dos. En diferentes lados de un pasillo, caminando, ambos pensando en la formidable persona que era Bill.

Papeles RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora