Capítulo 25

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Alex había estado de mal humor, gruñendo y maldiciendo por lo bajo porque ese día su adorable novio había decidido pasar de su trasero y se fue con su padre a una cena sin molestarse en avisarle.

—Deja de gruñir, pareces un perro. —Lo regañó Marge, quien estaba desparramada sobre el sillón con la cabeza apoyada en las piernas de Charlotte.

—No te molestes con él, su padre solo apareció frente al campus y se lo llevó. Ni siquiera le dio tiempo a negarse. Además no se llevan bien, el hombre es algo... ¿Cómo decirlo? ¿intolerante? nunca pudo aceptar que su único hijo fuera gay. —Trató de calmarlo la rubia, consiguiendo que por lo menos bajara el tono de sus quejas al escuchar el último comentario.

Había pasado tan solo una semana desde que Chelsea desapareció y la casa claramente había tenido días mejores. La de ojos azules, como buena madre sustituta que era, se encargaba de hacerlos limpiar y arreglar el pobre jardín trasero hasta donde le era posible, y que en ese momento más que nada parecía una réplica de la selva de las amazonas, con un cobertizo a medio caer.

—Alguien tiene que limpiar eso. —Señaló Alex por la ventana de la cocina que daba a la selva, interrumpiendo a Gabe, quien estaba a mitad de camino para meterle mano al castaño que trataba de alejarlo con fingida molestia.

—Pues ve tú y hazlo. —Renegó el rubio cuando Freddy por fin logró su cometido, alejándolo lo suficiente para poder escapar en caso de que fuera necesario.

—No quiero.

El pelirrojo huyó antes de recibir un golpe por parte del rubio. Había estado todo el día rodando de pareja en pareja; iba a ver que hacían Charlotte y Marge y cuando estas se cansaban de escuchar sus extraños comentarios iba a molestar a Gabe y Freddy, quienes no tardaban mucho en echarlo –Gabe más veces que Freddy- y entonces regresaba con las chicas.

A decir verdad, estaba molesto de que Brian no hubiera regresado a la hora normal, y no porque estuviera celoso o algo así, simplemente estaba tan acostumbrado a estar con el chico que permanecer solo por mucho tiempo lo hacía sentirse extraño.

Fue a las diez de la noche que un auto negro que tenía pinta de ser costosísimo se detuvo frente a la casa, el pelirrojo se pegó contra el cristal de la ventana del primer piso, esperando a que su novio apareciera, y ciertamente, lo hizo, aunque no lucia para nada de buen humor.

*

Brian estaba decidiendo con cuál de los tenedores que yacían al lado de su plato debía suicidarse.

A su padre no se le había ocurrido nada mejor que ir a buscarlo a la universidad y prácticamente secuestrarlo para llevarlo a cenar con su prometida a un restaurante de riquillos estirados que no hacían más que mirarlo con desagrado al ver la forma en que iba vestido, maldita sea, incluso el mesero lo miró raro.

—Entonces ¿Qué opinas? —La voz de su padre lo despertó de sus cavilaciones.

— ¿Sobre qué? —Devolvió la pregunta.

—La boda.

—Ah, está bien. —Comentó distraídamente sin soportar la mirada de quien se convertiría en su madrastra en unos meses sobre él.

— ¿Vendrás?

—No lo sé. Es a finales de semestre y tendré que hacer exámenes, además no me gustaría tener que ausentarme de casa.

—Vamos, seguro que algo puedes hacer. —Lo animó la mujer. No parecía mayor de treinta años, de cabello negro con luces púrpuras y ojos amatista, con actitud seria y en toda la cena solo le había dirigido la palabra para presentarse.

Murder House; [Fonnie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora