Capítulo 5

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Doy una vuelta sobre mi misma disfrutando de la suavidad de las sábanas. La cama es especialmente cómoda hoy por lo que abrir los ojos es un esfuerzo demasiado costoso como para si quiera intentarlo. La almohada además tiene un perfume distinto que me reconforta aún más. Mmm, tan varonil. Espera, ¿qué?

 Abro los ojos alarmada para quedarme parada de la impresión ante el panorama. Esta no es mi almohada, estas no son mis sábanas, esta no es mi cama, este no es mi cuarto y... ¡Mierda! ¡Esta no es mi casa! ¿Dónde estoy?

Masajeo mi cabeza suavemente intentando aliviar el dolor y es ahí cuando veo una pastilla blanca junto a un vaso de agua de cristal encima de una bonita mesita de noche hecha de madera. No dudo ni un momento en llevármela a la boca y beberme el agua como si no hubiese bebido en días a pesar de desconocer su contenido. 

Miro entonces atentamente la habitación intentando averiguar mi paradero. Las paredes son de un verde muy claro y enfrente hay un armario blanco con bonitos adornos de madera en las esquinas. Varios estantes de tonos algo más oscuros tienen libros de todos los tamaños y tipos posibles. Localizo atornillada a la pared una pequeña televisión al lado de los diplomas. A la derecha de la pequeña cama individual hay un altavoz negro de un metro aproximadamente con un móvil conectado. Parece una habitación corriente de la que no soy capaz de encontrar ningún dato útil.

El pánico se adueña de mí y rápidamente salto de la cama, tengo que salir de aquí antes de encontrarme con quien me trajo. ¿Y si es un pedófilo? ¿O un traficante? ¿O un secuestrador?

 Me enfurece no poder confiar más en las personas, pero no puedo evitarlo. Ni siquiera sé como he llegado hasta aquí y eso me aterra. Cuando estoy dispuesta a salir por la puerta con sigilo escucho unas pisadas que me hacen detenerme en el acto. Permanezco unos segundos parada intentando averiguar la dirección en la que van.

—Mierda— susurro para mí notando como la persona se acerca.

No pierdo más tiempo y en silencio coloco una silla trabando la puerta como soy capaz. Miro a mi alrededor desesperadamente en busca de algo que me pueda salvar. Bingo, pienso al ver la ventana sin rejas de ningún tipo y con el tamaño suficiente como para pasar por ahí al lado del armario. Me acerco a paso rápido intentando no hacer ruido y la abro con cuidado.

Compruebo que la casa está decorada con piedras en la fachada por lo que no creo que descender me resulte muy complicado, aunque seguro que me llevará demasiado tiempo. La manija de la puerta se empieza a mover consiguiendo que me decida por intentar escapar.  Miro a la puerta y al suelo repetidamente. Respiro lentamente y me lanzo hacia el suelo, no sin antes comprobar la distancia. 

La caída es rápida debido a la corta distancia, pero eso no me impide hacer un buen aterrizaje.  Empiezo a correr cuando escucho la puerta abrirse de un fuerte portazo sin molestarme en sacudirme el polvo de las rodillas.

Cierro los ojos y muevo mis brazos intentando ir más rápido como si eso ayudase de alguna manera. Avanzo a gran velocidad sin pensar en nada intentando olvidar el aire que empieza a escasear en mis pulmones. Pero claro, como no ves cuando cierras los ojos, me choco contra un póster. Muy lista Andrea.

El golpe me aturde por unos momentos y el ligero dolor de cabeza de antes, vuelve con mayor intensidad ocasionando que mi visión se vuelva negra unos segundos y que pierda el equilibrio. Me apoyo en el póster y cierro fuertemente los ojos intentando que el dolor disminuya agradeciendo que esta vez no me desmaye. Mierda, no puede ser bueno golpearse tantas veces.

Suelto un jadeo y me froto la cabeza para intentar inútilmente que pare. Quiero dejar escapar unas pequeñas lágrimas que se forman en las esquinas de mis ojos, pero las aguanto apretándolos con fuerza. Unas manos se posan en mis hombros desde atrás con cuidado sin que me inmute en absoluto. Tal vez me hubiera apartado si mi cabeza no estuviese apunto de explotar. 

Ahora sí, sonríeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora