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Tus ojos, cargados de furia,
desasosiego y efímera ironía.
Clavados en los míos, evadiendo mis lágrimas y buscando mi brillo.
Tus manos rogándole a mí corazón que deje de bombear veneno.
El mismo que quema lo más profundo de tu mente, pero aún así;
se quedó depositado un ósculo sobre tus entrañas.

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