EXPERIENCIAS TRAUMATICAS

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Soy una persona carismática. De buen sentido del humor. Amigable pero a la vez melancólica y triste cuando recuerdo experiencias amargas, entonces escribo.
En esta cita hablaré de tres amargas experiencias que afectaron mi vida aún los recuerdo con mucha tristeza.
La primera fue la muerte de mi hermanita María cuando apenas tenía tres años. Aquel día fue muy duro para mí. Era la primera vez que fallecía un ser querido muy cercano, era mi hermanita, había estado enfermita al parecer varios días, yo tenía dieciséis años cuando ocurrió aquello.
Era aproximadamente medio día del 1972. Estábamos almorzando mis hermanos y yo y también mamá, cuando de pronto apareció papá trayendo entre sus brazos a alguien envuelto en una frazada. Era mi pequeña hermanita, había fallecido (no puedo soportar mis ojos se nublan de lágrimas mientras escribo esta historia). Como el mayor de la casa lo sentí mucho porque entendía lo que pasaba. Entonces dejé mi almuerzo y me acerque a papá que estaba llorando. No pude soportar la escena y ambos nos pusimos a llorar pasando mi mano por la cabeza de papá mientras sostenía él entre sus brazos a mi hermanita fallecida hacia pocas horas. !Que dolor!. Entonces salí corriendo de la habitación y me dirigí a mi dormitorio, tirandome a la cama rompí a llorar desconsoladamente y dije "Porque Dios mío no me llevaste a mí y no a mi hermanita". Este suceso lo recuerdo como si hubiera sido ayer.
La segunda amarga experiencia fue al poco tiempo de lo anterior.
Había conocido a una linda chica con pecas en el Instituto Fénix, lugar donde se estudiaba para ser Contador Mercantil. Trabajaba en el día y estudiaba por las noches.
Empezamos a salir y poco a poco empecé a conocer a su familia, especialmente a su mamá, convirtiéndome en el enamorado consentido.
El Instituto organizo un paseo a Cajamarca, ciudad turística al norte de mi país, de modo que fuimos todos los alumnos de mi aula, también ella. Al regreso decidimos unir nuestras vidas, en convivencia. Construí mi pequeño hogar en un ranchito. Al poco tiempo, luego de nacer mi primogenito, se apartó de mi para unirse con otra persona a quien yo quería. Fue un duro golpe que hoy lo recuerdo como un café muy amargo.
La tercera fue peor que las anteriores. Una dura lección que la aprendí con sangre y lágrimas. Marcaría mi vida para siempre. Prefiero no hablar de ello.
Hoy, luego de años, todavia camino por las calles de mi Chimbote querido, bajo las miradas excelsas del negro lunarejo y su dama blanca.
Escribo estas cosas para liberarme de ellas y no seguir cargándolas.
Gracias amigo lector por leerlas.

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