III. All good boys go to heaven, but bad boys bring heaven to you

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        Estaba cálido afuera, con un simple viento acompañando la noche de verano

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Estaba cálido afuera, con un simple viento acompañando la noche de verano. Tal vez, cualquiera podría suponer que en el interior de la vivienda la temperatura cambiaría un poco; quizás era más fresca por la falta de luz, o la ausencia de individuos. De cualquier modo, nadie podría saberlo hasta que se encontrara dentro.

El silencio invadía la sala de estar, aquella habitación que había estado sin presencia alguna desde la tarde. ¿Habría alguien esperando la llegada de quienes vivían ahí? No hacía falta cuestionarlo en voz alta para saber que la respuesta era afirmativa.

Una débil luz verde iluminó por un instante el lugar; no pasó demasiado tiempo cuando un joven rubio se encontró acomodando un poco su ropa luego de haber viajado con su tía abuela con ayuda de polvos Flu. Ambos se alejaron de la chimenea, que en esos tiempos sólo tenía un propósito específico.

—Ha sido un largo día, hijo —dijo la mujer, quien lucía cansada después de haber celebrado el aniversario de uno de los libros que marcó un antes y un después en su vida—. Será mejor que vayamos a descansar.

—Sí, será lo mejor —afirmó el chico, aunque en realidad, no es como si planeara descansar en ese momento—. Buenas noches, tía.

Le regaló una sonrisa a la mujer mayor, observando después cómo se dirigía a su habitación. Gellert no dudó en hacer lo mismo, aunque quizás con un poco más de prisa.

Todo estaba tal y como lo había dejado, con un pedazo de pergamino sobre el escritorio.

No dejó pasar más tiempo: cerró la puerta a sus espaldas y se dirigió con rapidez hasta el mueble, sentándose en la silla y remojando la punta de la pluma casi al instante para poder escribir en el papel. Trazó las letras de manera rápida, pero conservando aquella caligrafía característica en él.

Su carta fue breve, pidiendo la presencia del pelirrojo a quien sería enviada.
Fue a buscar la lechuza de Bathilda, y ansió por tener una pronta respuesta.

Esperó un momento. Le parecía muy extraño lo lento que podía ir el tiempo cuando se trataba de necesitar algo; una parte de su ser ahora deseaba poder explicarle a ese chico todo. Quizás no había sido muy bueno dejarlo aquella tarde sin explicación, sin embargo, en el fondo Gellert sabía que se trataba de algo más. Explicarle las cosas no era su única intención.

Así fue como escuchó un golpeteó en su ventana: la lechuza de Bagshot había regresado, y no había vuelto sola, pues una nueva carta estaba atada en sus patas. Grindelwald la desató con cuidado para después abrirla y leer su contenido.

Mi querido Gellert:

Realmente estoy molesto contigo... pero tal vez no demasiado, sé que puedes ayudarme a que pase.

¿Por qué no me dijiste nada más? Estaba muy preocupado por ti, supuse que regresarías más temprano.

Iré a tu habitación, pero antes debo asegurar unas cuantas cosas, no quiero que mis hermanos se den cuenta de que no estoy en casa. Puedes esperarme un poco, después de todo, yo también esperé por tu llegada, ¿verdad?

𝗛𝗘𝗔𝗩𝗘𝗡 | grindeldore.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora