tres

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Tengo una cajita secreta, ésta está debajo de mi cama. Allí guardo todo lo bonito que he conseguido.

Yeori me acompaña, también le ha gustado mucho el nuevo barniz morado. Pero lo tengo que esconder porque mi papi puede llegar y no quiero que me regañe.

Saqué la cajita color café y miré el vestido que tenía ahí. Lo admire como la cosa más hermosa que jamas he visto antes. Sonrío, me gusta mucho ese vestido.

Yeori brilla a causa de una luz, un claxon se hace presente. Devuelvo el vestido a la caja y la cierro para meterla de nuevo debajo de la cama.

Estoy asustando.

Me levanté del suelo y tomé a Yeori para poder esconderla. Papá es agresivo.

Traté de esconderme ahora yo, pero era demasiado tarde... él había entrado a mi habitación.

—¡Otra vez! —gritó tan fuerte y me asusté. —¿Verdad?

—N-no. —murmuré.

—¡Te has perdido el entrenamiento de fútbol!

Un golpe.

—Tenía cos...

—¡Mierda, TaeHyung! —otro grito.

Corrí hacia mi cama y me escondí debajo de mis sábanas.

—¡Te estoy hablando! —replicó. —No sé como te crió tu abuela, pero lo hizo mal.

Quitó las sábanas y otro golpe.

—El entrenamiento es lo primero, porque el fútbol es para niños y los niños juegan eso.

Otro golpe.

—¿Entiendes, TaeHyung? —preguntó. Y asentí. Pero dio otro golpe.

Entonces lo supe, mi abuelita Kim... ella era un hogar brillando en mitad de un bosque roto.

Mamá y Papá... ¿alguna vez me habrán buscado?, porque puedo jurar que no. ¿Alguna vez me habrán juzgado? Eso es muy claro, todas las noches lo hacen. Cuando piensan que estoy dormido, sé que encienden la televisión para distorsionar su voz.

—¿TaeHyung, estás bien? —me pregunto a mí mismo. —Sí —miento para mí.

Limpio mi carita y seco mis lágrimas.

Solamente quiero decirles algo a mis papás, que he cambiado un poco... desde que tenía 6 años.

Yeori está llorando, presenció todo.

—No llores, no me ha dolido nada. Uhm. —susurro y sonrío —, mañana pasaremos todo el día juntos... te lo prometo.

Creo que Yeori me ignoró.

**

Otro nuevo día, hoy me había dado prisa. Me di una ducha rápida y coloqué mi uniforme, aunque claro, sabía lo que iba a hacer. Pero una promesa es una promesa.

Tomé a Yeori y la metí a mi mochila, también otras cositas. Hoy sería nuestro día.

Salgo de casa. No me despido de mis papás. Iría con Yeori a un parque un poco lejos de casa. Es un lugar un poco solitario así nadie nos podrá molestar.

Bueno, más bien, no es un parque porqué tiene en letras grandes: No entrar.

Pero si nadie nos ve, ¿qué nos detiene?

Corro y entro al lugar. Es un parque común y corriente, sólo que un poco dañado. Yeori está ansiosa, quiere mirar el lugar y la saco de la mochila. Quedó fascinada y rápidamente quiere ir a jugar a los juegos. Niego con la cabeza y señalo mis pastillas.

Ella entiende.

Sonrío y abro el bote para después, mirar como caen todas ellas.

fragileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora