El sube y baja era un buen juego para estar con Yeori. Aunque claro, yo tenía que dar pequeños brincos ya que ella no podía y era muy pequeña.
Peine sus cabellos rubios y hice una mueca, su cabello estaba un poco sucio. Necesitaba un baño.
Me aburrí del sube y baja, ahora estábamos en la resbaladilla. Podía observar todo desde aquí arriba. Mire unas flores lilas muy lindas.
Yeori quería ir hacia ellas y así fue, bajamos de la resbaladilla para poder ir a verlas.—¡Siempreniña!
Estaba muy feliz de haber encontrado esas flores. Mi abuelita me las había enseñado un día que fuimos a un campo.
Sé que no debería pero no puedo evitarlo. Tomé algunas de esas florecitas y comencé a pintar el cabello de Yeori con ellas.
¡Linda, linda!
Otra vez, el sube y baja por alguna razón le había gustado mucho a mi amiga. Al menos podía seguir pintando y acariciando sus cabellos rubios. Sonreí, me sentía feliz.
—No, mira. Quiero verme igual a ti —dije. Me pinte un mechón de cabello con una florecita pero no se había quedado el color.—, estás loca, no.
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Estaba acostado en la banca de madera, sonreía y reía. Encontré más flores y les quite los pétalos.
—¡Lluvia de flores! —reí y lancé los pétalos hacia arriba. Lentamente cayeron sobre mí.
Había pétalos morados, rosas, rojos y blancos. Tomé los morados y comencé a tallar éstos sobre mis párpados, con mucha delicadeza, lo logré.
Casi lo olvido, traje también el barniz morado. Lo saqué y comencé a pintar mis uñas. Quedaron realmente bonitas.
Yeori mencionó que me veía muy lindo.
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Había llegado a casa, era temprano pues el sol aún estaba presente. Eso de las ¿5P.M?
Cuando abrí la puerta no me percaté que papá estuviese allí.—¡TaeHyung! —gritó y me asusté. Dejé caer a Yeori.
—P-papi, y-yo...
Papá avanzó y aplastó a Yeori. La aplastó tan fuerte que su cabeza salió volando.
Mis lágrimas y sollozos comenzaron.
—¡Mierda, mírate. Pareces una niña. ¿Eres estúpido?
Comencé a sollozar un poco más alto.
Una cachetada. Papá me había dado una gran cachetada. Caí al suelo y miré el cuerpo de Yeori. Me tembló hasta el corazón del miedo.
—No quiero un hijo homosexual.
Asentí y me levanté. Mi papá estaba muy enojado, lo comprendí, pero esas palabras no podían ser... ciertas.
—P-papi y-yo t-te quiero. —murmuré.
—Yo no te voy a querer más porqué eres así.—dijo. —Te voy a enseñar que los niños no se pintan la cara y ni las uñas. Tal vez unos buenos golpes te compongan y te hagan reaccionar.
—N-no...
—No te quiero, lárgate.
Asentí y corrí hacia la puerta. Una vez que estuve allí, miré a la que había sido mi mejor amiga por mucho y me despedí de ella.
No conocía mucho, sólo la parada del autobús. Me iba a dirigir allí.
Justo ahora no puedo pensar y este lugar tiene demasiados... no lo sé, hay mucho ruido en mi cabeza.
Equivocado, siempre subestimado y lastimado.
—Abuelita Kim, tengo mucho miedo.
Mis ojos se liberaron de todas esas lágrimas que tenía guardadas.