cuatro

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El sube y baja era un buen juego para estar con Yeori. Aunque claro, yo tenía que dar pequeños brincos ya que ella no podía y era muy pequeña.

Peine sus cabellos rubios y hice una mueca, su cabello estaba un poco sucio. Necesitaba un baño.

Me aburrí del sube y baja, ahora estábamos en la resbaladilla. Podía observar todo desde aquí arriba. Mire unas flores lilas muy lindas.
Yeori quería ir hacia ellas y así fue, bajamos de la resbaladilla para poder ir a verlas.

—¡Siempreniña!

Estaba muy feliz de haber encontrado esas flores. Mi abuelita me las había enseñado un día que fuimos a un campo.

Sé que no debería pero no puedo evitarlo. Tomé algunas de esas florecitas y comencé a pintar el cabello de Yeori con ellas.

¡Linda, linda!

Otra vez, el sube y baja por alguna razón le había gustado mucho a mi amiga. Al menos podía seguir pintando y acariciando sus cabellos rubios. Sonreí, me sentía feliz.

—No, mira. Quiero verme igual a ti —dije. Me pinte un mechón de cabello con una florecita pero no se había quedado el color.—, estás loca, no.

**

Estaba acostado en la banca de madera, sonreía y reía. Encontré más flores y les quite los pétalos.

—¡Lluvia de flores! —reí y lancé los pétalos hacia arriba. Lentamente cayeron sobre mí.

Había pétalos morados, rosas, rojos y blancos. Tomé los morados y comencé a tallar éstos sobre mis párpados, con mucha delicadeza, lo logré.

Casi lo olvido, traje también el barniz morado. Lo saqué y comencé a pintar mis uñas. Quedaron realmente bonitas.

Yeori mencionó que me veía muy lindo.

**

Había llegado a casa, era temprano pues el sol aún estaba presente. Eso de las ¿5P.M?
Cuando abrí la puerta no me percaté que papá estuviese allí.

—¡TaeHyung! —gritó y me asusté. Dejé caer a Yeori.

—P-papi, y-yo...

Papá avanzó y aplastó a Yeori. La aplastó tan fuerte que su cabeza salió volando.

Mis lágrimas y sollozos comenzaron.

—¡Mierda, mírate. Pareces una niña. ¿Eres estúpido?

Comencé a sollozar un poco más alto.

Una cachetada. Papá me había dado una gran cachetada. Caí al suelo y miré el cuerpo de Yeori. Me tembló hasta el corazón del miedo.

—No quiero un hijo homosexual.

Asentí y me levanté. Mi papá estaba muy enojado, lo comprendí, pero esas palabras no podían ser... ciertas.

—P-papi y-yo t-te quiero. —murmuré.

—Yo no te voy a querer más porqué eres así.—dijo. —Te voy a enseñar que los niños no se pintan la cara y ni las uñas. Tal vez unos buenos golpes te compongan y te hagan reaccionar.

—N-no...

—No te quiero, lárgate.

Asentí y corrí hacia la puerta. Una vez que estuve allí, miré a la que había sido mi mejor amiga por mucho y me despedí de ella.

No conocía mucho, sólo la parada del autobús. Me iba a dirigir allí.

Justo ahora no puedo pensar y este lugar tiene demasiados... no lo sé, hay mucho ruido en mi cabeza.

Equivocado, siempre subestimado y lastimado.

—Abuelita Kim, tengo mucho miedo.

Mis ojos se liberaron de todas esas lágrimas que tenía guardadas.

fragileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora