doctor

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Miguel: 28

Ruben: 16


Miguel empezó a caminar con su porta folios en mano y su traje negro puesto. Tenía un paciente nuevo, el hijo del vice presidente. Se sentía alagado por ser "bautizado" como el mejor doctor de España, amaba su profesión.

Llegó al consultorio, su secretaria saludándolo al igual que sus compañeros de trabajo.

Pasó por los pasillos, ascensores, hasta llegar a su oficina. Suspiró y dejó su portafolios en el escritorio sacando algunos papeles.
Sacó una lista de pacientes y empezó a ver entre ellos hasta llegar al nombre "Ruben Doblas". Un chico de 16 años que estaba sufriendo fuertes dolores de cabeza y brazo derecho. Causa de esto, pelea callejera. Ya estaba acostumbrado a este tipo de casos.

El puerta de su oficina se abrió, dejando ver a su secretaria.

-Perdon por la molestia señor Rogel, pero su primer paciente del día ya llegó y está en la sala de espera- explicó muy educadamente.

-Dejalo pasar- pidió, la secretaria asintió y luego de unos segundos, la puerta de su oficina de abrió de nuevo. Pero no era la secretaria.

Miguel levantó su miraba y vió a un niño castaño en la entrada, mirándolo con unos ojos marrones con un toque de verde. Aquel niño irradiaba ternura, era demasiado bello.

-¿Tu eres Ruben? ¿Cierto?- preguntó el morocho mirando a su paciente de pies a cabeza.

-Si, Ruben Doblas- susurró el castaño cerrando la puerta a sus espaldas. Su mirada estaba en el suelo, jugando con sus deditos con nerviosismo.

-Ven, siéntate en la camilla- dijo amigablemente, sabía cómo tratar a esos pacientes que se veían vergonzosos, sin presionarlos y hablándoles con tranquilidad. Pero lo que Miguel no sabía era que Ruben era todo menos vergonzoso, ¿Las apariencias engañan, no?

El menor se acercó allí y se intentó sentar pero, por lo que veía Miguel, no podía subirse. Pero Ruben sabía que él tenía la fuerza en sus músculos para sentarse allí, oviamente, actuando de que no se podía subir.

El castaño agachó su cabeza y se giró hacia el morocho, jugando con el borde de su remera.

-No me puedo subi a la camilla- susurró sin poder mirar el rostro de su doctor.

Miguel sonrió con ternura, se arrodilló frente a él y miró los ojitos verdes del castaño.

-Tranquilo, te ayudaré, vos solo tenés que ponerte de espaldas y yo me encargo- le explicó mirándolo, Ruben abrió los ojos y una pequeña sonrisa salió de sus finos labios. Asintió con vergüenza y se dió vuelta, dándole a Miguel.

El mayor se paró y agarró a Ruben de la cintura para levantarlo un poco, le sorprendió lo liviano que era para su edad.
Ruben se agarró de la camilla, apoyó sus rodillas en la camilla y bajo la espalda. Quedando en la pose del perrito por unos segundos, mostrando su trasero. Miguel pasó saliva y sus nervios aumentaron.
El menor se acomodó en la camilla quedando frente a su doctor.

-Bien, dime Ruben, ¿Que sucedió?- dijo frente al nombrado.

-Unos niños malos me golpearon en el patio trasero de la escuela- susurró, alzó su rostro y sus mejillas se sonrojaron, mientras que sus ojos se cristalizaron un poco.

s m u t {rubelangel}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora