s m u t {rubelangel}

supermarket

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-Bien este es tu uniforme de trabajo- la voz chillona de Sandra "la encargada de honor del supermercado" retumba por el lugar.

-Alli están los vestidores de hombres, luego empieza a ordenar esas botellas del pasillo 8- termino por decir para dejar solo al joven. Suspiró con pesadez. No tenía de otra, más que trabajar para ganarse la vida.
Su padre lo maltrataba y el debía ahorrar para poder salir de ese infierno en el que vivía.

Se fue a los vestidores, y se colocó su camisa verde con el logo del lugar. Salió de allí y se guió hasta el pasillo 8 para ver unas cajas llenas de botellas de yogurt de frutilla, listas para ser colocadas y ordenadas en las heladeras de allí.

Empezó a guardar, una por una, en la heladera. Su vista se fijó en la fecha de caducidad de uno de las botellas, estaba vencida. Se fijó en las demás, pero todas estaban bien.
Miró para sus costados y pudo ver a un chico que tenía la misma camiseta que él, estaba ordenando otras cosas en las heladeras del frente.
Se acercó con los nervios a flor de pie.

-Hola, soy Rubén y soy nuevo- dijo con vergüenza, el morocho se dió vuelta y lo miro de pies a cabeza- Este yogurt está caducado, ¿donde lo dejo?-

El chico le sonrió con una sonrisa calidad de oreja a oreja. Se veía malditamente tierno y hermoso.

-Hola Ruben, soy Miguel pero dime Mangel- se presentó- déjalo en el almacén, está en el mismo pasillo de los vestidores-

-Oh, okey gracias- volvió a sonreír Ruben empezando a caminar. Sentía la mirada de Miguel a sus espaldas, para ser más específicos, en su trasero. Era inevitable no ver un buen culo cuando se presenta, y Miguel no lo negaba.

Al llegar al depósito, el castaño abrió la puerta y se encontró con muchos estantes altos, uno al lado del otro, haciendo filas paralelas.
Caminó por ellos buscando algún cartel para guiarse, hasta que vio la sección que decía "caducados" apoyó la botella allí y salió de la habitación.

Caminó por el pasillo, pasó por la puerta de los vestidores, pero algo no lo dejo seguir su camino.
Unos brazos lo empujaron contra la puerta de los vestidores, su espalda quedó pegada a esta y su espacio personal fue invadido.

-¿Qué haces?- pregunto Ruben reconociendo los oscuros cabellos de Miguel, cerca de su cuello.

-Sshh- susurró en su oído. Un escalofrío recorrió su cuerpo.
Miguel posó su mano en el picaporte de la puerta del vestidor, la abrió para luego cerrarla con llave que él poseía.

Ruben no se podía mover, por los nervios y el miedo. Además de tener a Miguel agarrándolo por los brazos.

-Eres muy lindo ¿Lo sabes?- susurró Miguel en el oído del menor.
Ruben, sin poder evitarlo, se sonrojó.

-Vamos a jugar precioso- le susurró de nuevo, caminó junto a Ruben hasta una silla del vestidor- siéntate en esa silla- le ordenó.

-No soy tu mascota- se defendió Ruben cruzándose de brazos.

Miguel aproximó su rostro al cuello del castaño, empezó con pequeños y casi insignificantes besos allí. Luego pasó a lamer y morder.
Ruben se derritia por los actos de Miguel, su cuello era su punto débil y el morocho se estaba adueñando de él.

Se separó de su cuello y se acercó al oído de Ruben.

-siéntate- ordenó de nuevo.

El menor, obedeció sentándose en esa silla de madera. Mirando hacia arriba, al rostro del mayor.

-¿Tienes sed?-

Frunció el ceño sin entender la pregunta.

-S-si, supongo- contesto Ruben sin saber que iba a hacer Miguel. Si, era de una mente limpia la mayor parte del tiempo.