Capítulo 1

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Hoy es uno de los días más difíciles de mi vida, no el peor, ese ya lo
explicaré, pero este es uno de los peores.
Es el día que me toca decidir que ropa tengo que ponerme.
¿No parece difícil, verdad?
Pues para mi si lo es, porque esa ropa será la que utiliza para un
entierro, en concreto el de mis padres.
No penséis que nuestra relación era la mejor del mundo, en verdad
llevaba si hablarles 4 años, y se han ido sin yo haber podido
decirles algo.
Es una lástima, ya no podre hablarles, decirles que lo sentía,
aunque no fuese verdad, porque no voy a cambiar de parecer sobre
lo que paso 4 años atrás.
Pero eso no es lo más difícil. No es el saber que no los volverás a
ver, que se fueron sintiéndose defraudados de parte de su hija
pequeña, la única que les quedaba.
Porque era la verdad, mi hermana no había muerto, ella estaba en
coma a causa de una contusión craneal que sufrió en un accidente
de coche, en un accidente que sufrió en unas carreras ilegales.
Pero eso no es lo que quería decir, lo más difícil es el tenerle que
explicar a tu hija de 4 años, una hija o aceptada por ellos, que ya
nunca podría conocer a sus abuelos.
No es que antes los fuese a conocer, no era algo seguro, porque no
creo que ellos hubiesen querido, pero yo sí que quería darle la
oportunidad a mi hija de conocer a sus abuelos.
Pero aquí estoy yo, vistiendo a mi hija de negro, aunque es algo
que ella no entiende.
Unos minutos después...
Arreglé a mi hija con un vestido que le compré ayer, en el centro
comercial mientras también busca va que ponerme yo, y la peine
con una pequeña coletita, a lo único que llegaba con su poquito
pelo rubio y lacio.
Yo me decante por otro vestido, totalmente negro liso, que para ser
tan sencillo favorecía mucho mis delicadas curvas, mi pelo rubio al
igual que el de mi hija, sólo que yo lo tengo un poco ondulado. En un principio no quise maquillarse, pero acabe haciéndolo ya que las
ojeras causadas por no haber dormido desde hace una semana, el
día que me comunicaron el accidente de avión que había causado
la muerte de mis padres.
Mientras me arreglaba, mi hija me pregunto:
-Mama, ¿porque tenemos que vestirnos de negro?
-Pequeña, porque hoy es un día muy triste para todos.
-¿Porque, Mami?
-Em... ¿Tú te acuerdas de tus abuelitos, de los que te hablaba?
-Si mami, pero yo no los conocía...
-Ya lo sé bebé, pero lo que pasa es que ahora están en el cielo, y
cuidaran de ti desde allí.
-¿Como papi?
Esa pregunta me descoloca bastante, no solía preguntarme sobre
su padre, y no era un tema del que me gustase hablar, porque su
padre no era precisamente la mejor persona que conocía, y por
supuesto que no merecía a una hija como la que tenía, aunque ni la
conocía.
-Pues, sí, más o menos sí.
-vale mami, ¿me puedes pintar los labios?
- Pero si eres muy pequeñita todavía.
-Porfi, Porfi, porfiiii...
Cuando se ponía así, y me ponía esa carita, poniendo ojos de
perrito...
-Bueno, ¿de qué color los quieres? ¿rosa clarito o con brillantitos?
-Yo los quiero rojos, como los tuyos.
-De eso nada, o brillantes o rosas, que todavía eres una enana
-Pero mamiii, yo quiero como tuuu...
-Eh dicho que no, así que elige, que nos tenemos que ir.
-Vale, pues con brillantitos.
Y así eran nuestras discusiones, sobre que pintalabios quería usar mi pequeña Ainhoa, aunque siempre terminaba escogiendo el
gloss.
Y cuando termine de pintarle sus diminutos labios, nos dirigimos a
nuestro coche, un lamborghini u tus negro.
Sabía que iba a llamar mucho la atención, pero era el único que
tenía, debido a mi trabajo, ya que necesitaba un coche rápido o si
no me quedaba sin dinero.
Y ya podíamos dirigirnos al cementerio.

sólo dame una nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora