El castigo.

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-Quiero que te dejes la piel fregando los trofeos, o sino haré que el director Dumbledore tome medidas muy serias contra ti, y créeme, no querrás eso.

Argus Filch, el conserje de Hogwarts, se fue hecho una furia bajo la atenta mirada de James Potter, que agarraba el trofeo que le habían concedido a un tal Tom Marvolo Riddle.

James frotó mientras pensaba en lo que había echo.

Era una injusticia, tan solo había transformado las gachas que Avery, un chico de la casa Slytherin, estaba desayunando, en lombrices.

Además, James no había sido el único. Su amigo Sirius se había encargado de hacer lo propio con Mulciber, otro alumno de la casa de Slytherin, amigo de Avery.

Sirius había congelado el agua que Mulciber bebía, y cuando el muy estúpido intentó lamerla, se le quedó la lengua pegada al frío hielo.

Peter Pettigrew también la lió cuando, en un intento por no quedar mal delante de sus amigos, convirtió la insignia de prefecto de Lucius Malfoy, de la casa Slytherin, en una pomposa flor amarilla y naranja.

Los tres amigos fueron llevados al despacho de la profesora McGonagall, la jefa de la casa Gryffindor, por su propio amigo Remus Lupin, que era el prefecto de su casa, y por lo tanto, debía dar ejemplo, aunque hubiera preferido no tener que hacerlo, e incluso unirse a sus bromas.

-Esto es por su culpa -susurró James, que frotaba con fuerza contra una mancha de color marrón que contrastaba con la plata del trofeo propiedad de Tom Riddle.

Cuando por fin logró terminar, James se dispuso a limpiar otros trofeos, cuando algo le salpicó en la mejilla derecha.

James miró a su lado para ver algo espeso y de color negro azabache caer contra el trofeo desde gran altura.

Miró de donde provenía todo aquello y James vio, horrorizado, al poltergeist del colegio, Peeves, con una gran botella verde con un extraño líquido negro en el interior.

-¿¡Se puede saber qué haces, Peeves!? -gritó James, quitando el trofeo de la trayectoria del líquido, manchándose así tanto las manos como la túnica.

El líquido se había desparramado por el suelo, lo que provocó la risa de Peeves.

-No deberías haber echo eso, ahora, cuando venga Filch y se de cuenta de que has ensuciado más de lo que has limpiado, te castigará otra vez, o puede que hasta te expulsen, con un poco de suerte...

-¿Con un poco de suerte? -repitió James, enfadado. Dio manotazos al aire en dirección a Peeves-. ¡Lárgate, ya!

Y el poltergeis se marchó entre risas maléficas.

Por un momento James se enfadó tanto que pensó en llamar a la profesora McGonagall y explicarle lo ocurrido para hacer que consiguieran castigar a Peeves y hacerle limpiar lo que él mismo había ensuciado, pero desechó esa idea en cuanto se dio cuenta de que eso era imposible. Peeves iba a donde le daba la gana y hacía lo que le daba la gana.

Aún enfadado, James cogió el trofeo, olvidándose del suelo manchado, y comenzó a restregar de nuevo el estropajo contra la plata, sin importarle si la rayaba.

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-¡Quiero que hagáis de la página 123 a la 125 para el miércoles! -gritó la profesora Belinda Swan, que impartía Aritmancia.

Lily recogió rápidamente sus cosas y se marchó junto su amigo Severus, alumno de Slytherin, al que ya había perdonado por sus comentarios acerca de los nacidos de muggles con sus amigos.

Historia de James y Lily PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora