Capítulo 3

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Cuando llegaron al orfanato los nervios se apoderaron de Bel. Conocería a su hermano.
¿Y si no la quería? ¿Y si no quería estar con ella?
Mientras más miraba el lugar, menos le gustaba para un niño pequeño. Nadie debería tener una infancia así. Ella había crecido en el mismo infierno, pero ahora era fuerte. Ella cuidaría de él.

-Debes saber que el no habla mucho. Tal vez puedas ayudarlo con eso.

Bel asintió, sonriendo. Claro que lo haría.

Llegaron a un comedor donde los niños tomaban la leche.

-Es aquí, ven conmigo-dijo Cecilia.

Nerviosa, Bel ingresó al comedor.
Antes de que le indicaran cuál era su hermano ella lo supo. Cecilia tenía razón sobre su hermano, como ella, se parecía a su madre. Sus rulos dorados podían verse desde lejos.

Cuando el pequeño vio a Cecilia corrió a saludarla. Abrazó a la mujer y luego miró a Bel con detenimiento.

-Tomi. Esta es tu hermana Belén.
Cuando el niño miró a Bel a los ojos ella supo que aquello sería un antes y un después en su vida. Por primera vez en mucho tiempo ella sintió amor. Quiso a ese niño al momento en que lo vio. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Hola Tomi-extendió su mano y el la agarró gustoso. Luego lo abrazó con fuerza. El niño estaba algo delgado y se notaba que era callado. Pero se veía Feliz de ver a Bel aquí.

-Ella cuidará de ti. Ambos irán a casa. ¿Quieres eso?

El pequeño asintió con la cabeza y volvió a tomar la mano de Bel.

-Ven, debes firmar unos papeles y luego pueden irse-aseguró Cecilia, entusiasmada.

Con su hermano en brazos y la llave de su antigua casa en sus manos Bel se detuvo a pensar por un momento.
Esto era una locura. Ahora la vida de un niño pequeño dependía de ella.
Llamó a Inés para contarle las novedades y de paso saludarla.
Le contó que necesitaba un mes de vacaciones, a lo que Inés accedió sin chistar. Bel se lo merecía.
Pasado el mes ella se llevaría al pequeño a Buenos Aires.

Todavía estaban cerca del orfanato cuando fueron de compras.
Bel sabía que en esa casa no habría nada, ni comida, ni productos de limpieza e higiene y probablemente la casa sea un desastre. Gastó más dinero del que se hubiera imaginado pero se aseguró de que a ella y al pequeño no les falte nada.

Tomás no soltaba su mano y aún seguía sin hablar, pero cada vez que miraba a Bel, el sonría. Hasta que vio en ella la cara de preocupación.
Su hermana se había dado cuenta de que con un pequeño las cosas no serían muy fáciles sin un coche, pero tenía que adaptarse, con su mano y su espalda adoloridas de cargar tantas bolsas, sujetó con fuerza a su pequeño hermano con la mano que había dejado libre para ese fin y se acercaron a la parada de un autobús que los llevaría al vecindario al que Bel tanto temía ir. Pero lo haría por Tomás.

Pero como cosa del destino, Tomás se chocó a un joven de traje que pasaba justo por detrás de ellos.

-Yo lo siento mucho-dijo el joven.

Bel se dio la vuelta.

-No te preocu...

<<No puede ser>>pensó ella.

-¿Bel? ¿Eres tu? ¿Belén De La Torre?

-¿Lucas?

El sonrió ampliamente y se acercó a abrazarla.

Bel se mantuvo quieta ante el contacto. No estaba acostumbrada a los abrazos de personas que no sean Paula o Inés.

-No puedo creer que estés aquí. Por dios Bel, te fuiste y nunca más te vimos. ¿Qué es de tu vida? ¿Es tu hijo?

Inconfesable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora