1 - Impulsos erróneos

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- Es infantil, inmaduro, impulsivo, irrespetuoso...


- ¿No tienes más sinónimos? – le contestó Nerea con una ceja levantada a su amigo canario.


Agoney miró al suelo y se puso las manos en la cara.

- Dios... Ahora mismo lo odio tanto.


**


Habían pasado unas semanas desde que finalizara el programa y los chicos se reencontraran, pasando juntos todo el tiempo del que disponían a parte de entrevistas y visitas. Todo parecían flores y arco iris hasta que, aquella mañana, alguien desconocido llegó al terminar el ensayo grupal. Raoul llevaba media mañana mirando el móvil y sus compañeros no le quisieron dar mayor importancia, ya que siempre estaba mirando lo que se cocía por Twitter e Instagram.


Desde su reencuentro, entre él y Agoney había cordialidad más que amistad, lo cual ponía al moreno realmente nervioso. Había visto lo que se hablaba sobre ellos en las redes sociales, pero no pensaba que aquello afectaría al vínculo que se había formado dentro de la academia.

En cierto momento, todos estaban charlando animadamente cuando, al no encontrar a su amigo, el de Adeje había ido a buscarle para ir a comer junto a los demás.

Dobló una esquina y allí estaban, el joven de pelo dorado y una chica, que debía tener su misma edad, muy cerca el uno del otro.

El catalán notó su presencia y, cuando Agoney iba a levantar un brazo para llamarlo, él cogió de la cintura a su acompañante y empezó a besarle. Pero, aunque le impactó ver aquello, lo que dolió realmente al canario fue su manera de mirarlo durante los segundos que esto duró, a los ojos, desde la lejanía, asegurándose de que este lo estaba observando.


No se podía creer aquello y, con los ojos aún como platos, se dio la vuelta y volvió donde sus amigas le esperaban. Una vez allí explicó a la que para él era como su hermana, lo que acababa de ver.


**


- No lo odias Ago, pero es normal que ahora sientas que es así... Bueno, sabíamos que esto podía pasar. Aunque lo de mirarte... ¿Estás seguro? – preguntó la niña.


- Como que me llamo Agoney Hernández. No lo comprendo... ¿Por qué no me...?


No llegó a terminar la frase porque, por la cara de su amiga, pudo saber que la persona de la que hablaban se acercaba a ellos.


– Amigaaaas, ¿qué, nos vamos a comer? – Dijo Raoul, echando un brazo sobre los hombros del chico del tupé grisáceo. Este simplemente le apartó el brazo con cara de asco y se fue.



- ¿A este qué le pasa ahora? – Se picó el catalán.


- Raoul... A veces no sé si eres tonto o solo te lo haces. – Le replicó su amiguísima, quien, acto seguido, cuestionó su comportamiento de hacía un momento.


- Joder... ¿Le ha sentado mal? Yo no quería. Yo solo... En ese momento me ha salido mirarle. No se por qué lo he hecho. Pero tampoco creo que sea para tanto.


- Pues aclara tus ideas amigo. No puedes ir besando a una persona y mirar a otra. Y menos si sabes que él... – Pero el rubio no la dejó terminar la frase. Se estaba poniendo nervioso.


- ¿Qué se supone que tengo que saber? Yo no se nada Nerea. Agoney nunca me ha dicho nada.


- Definitivamente, eres tonto. – Le espetó la chica, quien se alejó a grandes zancadas.


**



Los chicos estaban en el restaurante ya sentados cuando llegó Raoul.

Quedaba un hueco libre al lado de Marina, justo enfrente de Agoney. Puede que junto a los demás se comportara normal y no acabasen discutiendo.


- ¿Ya habéis pedido? - Preguntó el catalán mientras tomaba asiento.


- ¡ELLAAAA QUE SIEMPRE LLEGA TARDE! – se escuchó a Míriam desde la otra punta de la mesa.


- No os metáis con la impuntualidad. ¡Es un don! – Dijo la chica de pelo turquesa entre risas.


Aquello alejó un poco los nervios del catalán, quien pasó el resto de la comida intentando entablar conversación con su amigo, sin éxito. Lo ignoraba de manera sistemática o contestaba con monosílabos. Parecía que volvía a ser el mismo del principio, con su barrera permanente levantada y su simpatía exagerada por toda persona que no fuese Raoul. 


En cierto momento, el moreno se levantó de su sitio para dirigirse al baño. Sabiendo que allí tendrían más privacidad, el más joven lo siguió sin que este se diese cuenta.

Para cuando el canario terminó y abrió la puerta, su compañero estaba apoyado en la pared mirándolo.


- Agoney... ¿Piensas seguir así de borde todo el día?


- En serio, qué niño tan rarito... Ahora no solo me miras cuando besas a otra persona, ¿también me espías cuando voy a mear? De verdad, qué fetiches más raros amiga...


- Te estaba esperando. - Dijo enfadado.- Y sobre lo de antes... Lo he hecho sin querer. Cuando me he fijado que estabas ahí no podía dejar de mirarte. - Se relajó un poco el catalán.- Lo siento.



Pareció que su interlocutor hacía oídos sordos mientras se lavaba las manos.
Se las secó. Se giró y simplemente añadió:


- Chiquita mierda si nuestra relación va a ser así a partir de ahora.


Salió del baño del mismo modo que había entrado: solo.

Ni un paso atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora