Capitulo Siete: Sentimientos Encontrados

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Aprendí dos cosas la semana del lunes 28 de febrero: uno; puedes confiar en personas como Hanna, aun siendo explosivamente atractivas y deslumbrantes, con un séquito de jóvenes adultos detrás como perros con hambre. Ella se da a valorar y a confiar. Dos, puedes lastimar a la persona que te gusta con solo mirarlo a los ojos. Aún sin saberlo, ni creerlo, me asusté ese día con Máx casi besándome. No por el hecho de haber invadido mi privacidad, mi habitación, mi vida.

No.

Sino por el hecho de sentirme vulnerable ante alguien. Por haber tenido espectadores que más tarde me daría cuenta eran de fiar. Temí por mi integridad mental.

Hoy hace dos semanas que Máx no me habla. No he vuelto a verlo en su habitación, a lo mejor sólo está evitando toparse conmigo. Paso lento por frente a su casa con la esperanza de verlo y pedir disculpas por lo que sea que vio en mi ese lunes. Esto está yendo más lejos de que crecí. una cosa es pasarte días enojado o desilusionado con alguien o por algo, pero semanas sin hablar me parece excesivo. Eso solo me hace pensar que lo lastime en verdad. No había considerado que se podía herir a alguien así. La desconfianza y el miedo que sentí deben haberlo confundido, debí enviar la señal errónea y ahora Max cree que le temo.

Ya entiendo la analogía del odio a los lunes.

Es una verdadera mierda.

Los lunes definitivamente apestan.

Con Ese pensamiento deprimente y conformista me fui a la Universidad. Había coordinado con Hanna y Lucy para ir al cine. Las cosas estaban fluyendo bien entre ellas y yo, la nueva y renovada Amanda Pines. Mi closet me lo agradecía por supuesto. Hoy Llevaba un vestido Rosa con unas diminutas flores blancas en el pecho, ajustado pero no provocativo. Hanna, después de varios intentos había entendido que yo no iba a ponerme nada estrambótico ni con los pechos afuera. Ese había sido nuestro trato.

La limpieza de mi closet y mi habitación, seguido de mi cabello que ahora llevo suelto y teñido con mechas tipo pelo de barbie, había durado unos cuatro días interminables. Mi ropa había terminado en fundas negras para llevar un fin de semana a algún albergue. Lo único beneficioso de esos días. Mis ahorros fueron ultrajados por una Hanna decidida a conseguir que Máx se diera cuenta que estaba interesada en el. Su persistencia en mis supuestos atributos físicos me hizo entender que puedo sacar ventaja de mi plano cuerpo. Hay más variedad de ropa y puedo conseguir grandes descuentos en finales de temporadas. Fuimos a más tiendas de las que jamás había ido en vida. Emma que se había enterado de los planes por boca de Hanna, ella también nos acompañó a cada simple tienda que pretendiéramos conocer o en mi caso explorar y me ayudó a escoger maquillajes de los cuales, tengo la certeza, ella dará mejor uso que yo.

Aunque me duela reconocerlo, había causado revuelo cuando llegue el primer día a la Universidad. Personas que nunca se habían fijado en mi, giraban el rostro para ver quien acompañaba a Hanna. No fue hasta que me quite los lentes de sol que se dieron cuenta que sólo era el bicho raro que había salido del caparazón.

Recibí muchos elogios en los días siguientes, tantos de maestros como de compañeros. Agradecí al cielo con vehemencia el hecho de tener pocos estudiantes en la carrera. Aunque eso no impedía que en los pasillos los demás estudiantes murmuraran sobre como resaltaba mi culo con esos jeans ajustados o como se podía vislumbrar mi bra a través de la blusa semitransparente.

Los comentarios no hacían más que incomodarme pero era cuestión de acostumbrarse. Me gustaba a mi misma así. Como me veía en el espejo cada mañana. Me gustaba mi cabello rubio con esos reflejos extraños y dramáticamente claros. Mis ojos destacaban más. Ya no me sentía tan insípidamente pálida y sin forma.

— Planeta tierra llamando a Amanda — la risa de dos chicos en el autobús Me regresó al mundo real. Al parecer había tomado en automático el vehículo.

Amanda I: Del Odio Al Amor (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora