Capitulo 5(2)

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Vuelve a sonar el celular y miro la pantalla, nuevamente el mismo número. Le doy a contestar sin decir nada. Procuro no respirar muy sonoro. Pero sé que los nervios me traicionaron en el instante en que escuche su voz.

—Sé que estás ahí. Puedo escucharte respirar Primor. – Este es el diablo personificado. Su voz era definitivamente distinta al teléfono, aunque en persona fuera más intensa, por este aparato del infierno, se sentía tan cercano, tan profundo, tan él. Su sensualidad hacia que me temblara el vientre.

Sentí un cosquilleo que se me empezaba a hacer familiar y seguido. Recordé la voz de Manuel Turizo el artista, a él se me parecía la voz de Max. Oscuramente sexi.

Seguí en silencio. No sabía que decirle. Pensé en todo tipo de disculpas, al fin y a cabo lo juzgué precipitadamente. Es como dijo mi madre, cuando nos sentimos prisioneros, actuamos en modo defensa.

—Me gustaría que volvieras a hablarme. Escríbeme cuando quieras. No voy a morderte. No por correo. – Escuché como salía un sonido casi como una carcajada ahogada. Él se estaba riendo de alguna clase de chiste que no lograba descifrar.

—¿Te crees irresistible, verdad? – Mi voz sonó calmada, más de lo que realmente estaba. Caminé alrededor de la habitación, dando vueltas más que en círculos, en triángulos redondamente cuadrados.

—Sí. La verdad. – me respondió el jocosamente.

No hay forma de salir de esta pensé mientras caminaba hacia la cama y me recostaba. Aun llevaba el cómodo vestido para leer y no resultó exactamente cómodo al intentar acomodarme en la cama. Decidí colocar el celular en altavoz y desvestirme mientras escuchaba a Max.

—Ok.

—¿No te gusta hablar por teléfono o te molesta mi presencia hasta en el móvil?

—¿Es selección múltiple esa pregunta? – Le dije mientras me pasaba el vestido por los hombros y lo sacaba por completo de mí. Lo coloqué en el cesto de ropa limpia, después de todo solo había bajado a ver a mi incordio andante.

Muchas personas se cambian la ropa de unos veinte minutos y esta sucia, yo...parezco reciclar hasta la ropa. A lo mejor para evitar tener que lavar grandes cantidades. Una vez una señora me dijo:

—No laves tanto la ropa, se le va el brillo. – Solo pude pensar la cantidad de veces que habrá usado la ropa sin lavar y yo abrazándola. Ella es una de mis tías. De esas que les gusta alar cachetes y besar en la frente, dejando la enrome mancha de labial como lunar de nacimiento. – Los jeans puedes usarlos unas cinco veces, guardarlos otra vez, y volverlos a usar. Siempre que no los ensucies claro esta querida Amanda.

La verdad es que ella tiene razón. No con eso de guardar la ropa unos meses sucia en el closet, para luego volver a usarla tiempo después. El cuerpo humano suda, bastante. Lo suficiente para con una postura enviar la ropa a la cocina ropa. Tiene razón con lo de usar una ropa unos minutos sin salir de casa, no hace que esta esta infectada ni maloliente.

—¿Sigues allí o tratas que cuelgue? – Me dijo Max. Había olvidado que el seguía allí. Entretenida como polilla con luz por cualquier pensamiento pasajero. Lo malo es que me montaba en el tren de los pensamientos y no sabía cuándo parar.

—Me quitaba la ropa idiota. Si deseara no escucharte ya hubiese cerrado. – Justo en el momento en que terminé de decir eso me arrepentí. Ya me había dado cuenta por el incidente de el ventanal de la mañana de hoy que Max le gustaba irse por el camino de lo prosaico, de lo sexual, de lo...

—Debiste decir eso antes Primor. Estuviera allí observándote como un buen espectador de una obra de Shakespeare.

—Olvida que dije eso. – Dije interrumpiéndolo. –No vayas por ese camino Max. Tienes suerte de que te esté hablando ahora mismo.

Amanda I: Del Odio Al Amor (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora