1877

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Crónica General

El telón se ha descorrido y está en escena el año de 1877. Siempre que empieza un año, la esperanza, esa niñera del corazón, que contándonos cuentos nos lleva insensiblemente al Camposanto, dice alegremente a los pueblos y a los hombres: «Olvidad el pasado triste, y ved qué risueño amanece el año nuevo.» Y todos nos dejamos engañar, lo mismo el joven que ahorra para establecerse, que el inválido que ahorra para que le entierren con decoro. 

La esperanza duplica el dinero cuando jugamos, diciendo a la vez a cada uno de los jugadores: «Cuenta con la ganancia.» 

Centuplica las ilusiones amorosas, diciendo uno por uno a todos los rivales: «Tuyo es el corazón de esa mujer.» Y repite constantemente el milagro de los panes y los peces, repartiendo con prodigalidad entre los hombres dichas que no pasan de un puñado.

Una de las reflexiones que más nos hacen comprender la paz inefable de que disfruta Dios, es que, conociendo todo lo porvenir, no hay lugar en su naturaleza divina para la esperanza, esa mentira sin pecado, de que no se exime la conciencia de los justos. En cambio, quitadla del corazón humano, y arrancaréis la sonrisa del rostro de los jóvenes, y la resignación del alma de los viejos, dejando el mundo en la miseria, es decir, en su triste realidad, en la simple posesión de lo que existe, tan mezquina para la suma de todos los deseos y todas las codicias. ¿Con qué cubriríamos ese déficit enorme que salda generosamente la esperanza?

Seríamos crueles si pretendiésemos cegar esa fuente de riqueza que ofrece en perspectiva el año nuevo; y seríamos insensatos a la vez, porque se pueden arrebatar al hombre sus bienes, su amada, su carrera, su fama y sus disfraces. Pero ¿cómo robarle una joya que no se sabe siquiera dónde guarda? Y, sin embargo, es el hombre tan poco precavido, que siendo la esperanza su mayor tesoro, hay quien la deposita en el corazón de una mujer. ¿Qué extraño que la depositemos todos en el año 1877, ese joven desconocido que se nos entra por las puertas?

Dejemos también a las naciones entregarse a las más risueñas esperanzas. A Rusia, trazando una frontera imaginaria, cuyas líneas sería imposible calcular, pero que deben ser muy curvas por su aspiración a redondearse. 

A Turquía, contar sus buques y juzgarse dueña del Mar Negro, que equivale a tener sus mejores esperanzas en el agua. 

A Alemania, ocultando sus satisfacciones en lo más íntimo del alma, como esos galanes favorecidos y discretos que disimulan sus amores clandestinos. 

A Inglaterra, en la imposibilidad de que las Indias sean unas islas o que sus fragatas blindadas puedan navegar por medio del Asia, buscar para conservarlas toda clase de caminos. 

A Francia, organizando su ejército a la prusiana, como disponiéndole para dar una vuelta por Berlín más tarde o más temprano, y meditando cómo organizar el resto del país, y sobre todo sus partidos. 

Al Austria, recomendando a sus Ministros la literatura magyar como su idioma del porvenir. 

A Italia, soñando en colonias para emplear en defenderlas el Duilius, magnífico buque blindado que hoy no tiene ocupación. 

A los Estados Unidos, resolviendo a gusto de todos el empate electoral, y comprendiendo ya que su política de América para los americanos tiene el inconveniente de que la inmigración europea allí constante hace que sea la América para los europeos, sobre todo en su país.

Y a las demás naciones, entregarse a los tranquilos goces de la oscuridad, que, si no dan gloria, evitan grandes peligros por lo menos.

¿Debe nuestro país también hacerse muchas ilusiones? Año que empieza con clausura de Cortes, parece de buen agüero para los que desean muchas obras y gran economía de palabras: año que comienza con elecciones, también es de feliz presagio para los aficionados a la intervención popular en los asuntos públicos. Todos tienen motivo de esperanza, aquí donde tan difícil es dar gusto a todos. El Gobierno ha renunciado la suspensión de garantías, y así lo han acordado las Cortes, después de largas y luminosas discusiones. Hay Constitución y leyes orgánicas: para vivir tranquila y regularmente sólo se debe desear que haya cordura general y dinero en abundancia.

The MagicianWhere stories live. Discover now