Untitled Part 18

48 0 0
                                    

ALMANAQUE SUD-AMERICANO

cierta historieta de los preciosos tiempos de la inquisición

que, pues viene a pelo, relataré al galope.

Fue ello, que un pobre diablo se encaprichó en negar el

misterio de la Trinidad, dando motivo para que el Santo

Oficio se encaprichara también en achicharrarlo. Los teólogos

consultores más reputados gastaron saliva y tiempo por

convencerlo; pero él siempre erre que erre en que no le

entraba en la mollera eso de que tres fueran tino, y uno,

tres. Al fin, un mozo carcunda, profano en sumas teológicas,

si bien catedrático en parrandas, se abocó con el contumaz

hereje, y después de discurrir a su manera sobre el peliagudo

tema, terminó preguntándole:

—Dígame, hermano, ;le paga usted acaso la comida a

alguna de las tres personas de la Santísima Trinidad? ;Le

cuesta a usted siquiera un macuquino la ropa limpia y los

zapatos que gastan?

"No por cierto, contestó el preso.

— Pues entonces, hombre de Dios, ; qué 1c va a usted ni

qué le viene con que sean tres o sean treinta? : A usted qué

le importa que engullan como tres y calcen como uno:

;Quién lo mete a sudar fiebre ajena? Allá esos cuidados

para quien las mantiene y saca provecho de mantenerlas.

-—Hombre, no había caído en la cuenta: tiene usted razón,

mucha razón.

Y el reo llamó a los inquisidores, se confesó creyente, y

libró del tostón.

Ahora bien, el generalísimo don José de San Martín, prez

y gloria del gremio de maridos, era imperturbable en el pro

pósito de esquivar la guerra civil en el hogar, soportando cor

patriarcal cachaza las impertinencias de un cuñado. Era el

tal un comandante Escalada, que ele cuenta de hermano de

doña Remedios la costilla, había dado en la flor de aspiré

a ejercer dominio sobre el pariente político.

Tratábase de un acto diplomático, de una disposición

gubernativa o de operaciones militares? Pues era seguro q ue

el comandantito, sin que nadie le pidiera voto. le diría d

cufiado:-—Hombre, José., Me parece que a ese

debes darle de patadas, — Déjate de contemplaciones, y pé-

«ale cuatro tiros al godo fulano.-—Mañana mismo preséntales

batalla a los maturrangos chapetones, y cáscales las liendres,

San Martin se mordía la punta de la lengua y dejaba

charlar al entrometido; pero un día eolmósele la medida, é

The MagicianWhere stories live. Discover now