IX

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Estaba en la piscina flotando y nada,

ni siquiera el sentimiento del agua

 deslizándose por todo mi cuerpo me calmaba.

Estaba hecha un desastre,

mi cabello indomable,

y la falta de sueño no me ayudaba en lo más mínimo.

Mis ojos inyectados en sangre,

y con unas enormes ojeras.

Esto se siente exactamente igual a la última vez que conocí a alguien,

y me había prometido a mi mismo no pasar por este dolor de nuevo.

Es inevitable conocer a alguien,

enamorarse y pensar que esa persona es la indicada.

No elegimos cuándo, o de quién,

apenas cuando nos damos cuenta de ese sentimiento 

cada vez se hace más fuerte, más potente.

Y ya ahí no podemos hacer nada.



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