Prólogo

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Cuando abrió los ojos sintió un tirón en el pecho, fue un segundo, quizá un instante en el que el aliento se le había escapado.


Entonces él despertó.

Aquel chico que había abierto los ojos, tenía unas horribles ganas de llevarse bocanadas de aire, sentía como si hubiese buceado mucho tiempo sin un tanque de oxígeno, sus pulmones se sintieron a reventar.

Con saliva en la boca y sus pocas fuerzas tosió para liberarse de esa horrible sensación. Cuando el chico estuvo más estable se levantó lentamente y miró su alrededor  llevándose la sorpresa de que no sabía una mierda donde se encontraba.

Un tanto aturdido se llevó las manos a la cabeza, que de repente le comenzó a doler. Entonces ante él variadas y estruendosas voces se escucharon, no hubo visualización alguna, sólo eran muchas voces proviniendo de todos lugares y a la vez de ninguno, él ciertamente se asustó.

Que sueño más horrible, pensó.

―Conoces el castigo.―Argumento una de aquellas con un tono mandón.

―Ya sabes.. él debe cumplirlo, el realmente debe.—Argumento una voz dulce.

―No me parece buena idea, este chico no es apto para algo así.―Una voz más profunda habló interponiendoce.

―¿Y quién de todos a los que hemos castigado de está manera han sido aptos?, estás siendo complaciente, ninguno aquí somos complacientes, solo obedecemos.—La voz mandona y llena de arrogancia intercedió.

―Tu no los viste..―Dijo una tercera, su tono era más suave, como si susurrará.

―¿Ahora observas a los mundanos?.―La voz que antes se había interpuesto se carcajeó.

Aquel chico sólo se dedicó a escuchar, pues es lo único que podía, escuchar discutir a nadie, no había rastro de ninguna persona.

―Nos ha dicho que debemos ser piadosos, él nos lo ha dicho, pero parece que te sientes superior a ellos, solo los ves como diminutas hormigas. Aún no has entendido a nuestro maestro, su enseñanza, debes escucharlo y si él dice...

―¡Basta!.― La voz profunda gritó.

El chico se tambaleó, apenas y pudo cubrir sus oídos ante tal fuerza acústica.

―Esto es cruel.—La voz dulce se quejó.

―Ante sus ojos todos son iguales y ahora quieres ser condescendiente, no puedo creerlo.—La voz mandona no cedió ante ningún argumento.

―Esta bien, déjenmelo a mi, yo me encargaré de este nuevo ángel, le daré una misión y dejaremos esto aquí, ¿Me oyen?

―Ha hablado el superior.—La voz suave acepto.

―Esta bien, pues el que es justo no intercede por nadie.―Murmuró la voz profunda.

―No hagas un escándalo otra vez, él seguira como mejor pueda las leyes, creo en su juicio.—La voz que antes se interpuso ahora estuvo de acuerdo.

―Encárgate tú entonces, Beliel.

El oscuro cuarto algo parecido a un estadio de fútbol, vacio y sin butacas, y un piso liso e oscuro como la noche, no había ninguna puerta o ventana pero aún así podía estar un poco iluminado.

Hubo otro movimiento, como si las placas tectónicas esperarán un terremoto, en ese momento comenzó una terrible ventisca que lo ataco, sólo pudo cubrirse los ojos con sus brazos y intentar no caerse.

No sabía que diablos era ese lugar, pero necesitaba salir de ahí.

―¿Estas asustado?, esta bien, no va a pasarte nada.―La voz de un hombre lo hizo levantar la cabeza, cuando lo vio casi se va hacia atrás.

Un hombre en túnica de más de unos siente metros estaba ahí mirándolo ¿Como podía haber gente así?, ¿Estaba soñando?

―No estás.

―¿Eh?.―No entendía que diablos era lo que decía.

Aquel sujeto le regalo una sonrisa de lado.

―No estás soñando Lee Heeseung

―¡¿Como?!―Heeseung casi volvía a perder el equilibrio de nuevo.

―¿Lo hice?, Ah.. eso no importa mucho.―Aquel hombre se rió.―Lo que importa ahora es darte la bienvenida.

―¿La qué?.―Tartamudeo.

―¡Bienvenido!.―Chocó sus palmas con ánimo.―Bienvenido a la otra vida.

Sacrilege - Lee HeeseungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora