La Princesa Valentina y El Joven plebeyo

Un rompecabezas de deseos

- ¡Tu! Plebeyo desgraciado debiste envenenarla - apuntó hacia El Chompiras.
La madre de Valentina se desmayó al oír la notícia como varias mujeres que lograron escuchar.
- Traiganmelo al marginado.
Lo bajaron y los soldados lo siguieron y llevaron hasta la habitación. Donde ya se encontraba su padre agarrándola y suplicando piedad a Dios. Cuando llega El Chompiras sereno y sorprendido a la vez no queriendo empeorar la situación pareciendo un hombre débil, el rey pide en cuclillas que haga algo.
- Haré lo posible.
- ¡Tienes que hacerlo!, ¿Me escuchaste?
Pasan las horas, El Chompiras conociendo métodos medicinales, trata de salvarla pero al final...
- No pude.
La habitación se vuelve un caos y el rey grita:
- ¡Serás torturado Mataste a mi princesa! No mereces nada, no eres nadie más que un plebeyo que no sirve para nada, apenas tienes nombre.
- No, soy alguien, para ella fuí alguien- susurrando empieza a temblar - ella me puso un apodo, me dió todo lo que no tuve, me dió todo lo que necesitaba, ella completó mi ser y ¡con esta jeringa no pude hacer nada!
El chompiras larga un desgarrador grito y empieza a llorar, sus lágrimas recorren su pecho, llegando a sus brazos hasta que llegan a sus manos, que con gotas llenan la jeringa que tenía en su mano, empieza a emitir un movimiento raro las lágrimas que cayeron en la jeringa, el rey ve ese pequeño detalle.
- Plebeyo, mira tu mano - señanlandolo.
El Chompiras vió su jeringa y le inyectó en sus venas que estaba sosteniendo. Pasaron segundos, demasiados largos esperando.
¡Ay una aguja! ¡Me duele! Se oyó en la habitación.
Todos de inmediato se dieron cuenta de quién era esa voz y no tardaron en sonreír y alegrarse. Todos fueron a abrazar a la renacida princesa que estaba un poco confundida pero al momento entendió todo. El Chompiras vió con ojos llorosos al amor de su vida de vuelva dándole un hermoso y apasionante beso. ¡La princesa está viva!