Gabriel... ha vuelto

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Gabriel... ha vuelto

Algo estalló en mi mente despertándome en el acto, fui solo una sensación, como un lejano siseo, ¿sería el sonido de un beso?... entonces la vi, era ella, Rose, fue solo como un flash, una instantánea que me iluminó por entero y que me hizo desear estar ahí... en esa habitación apenas iluminada por el fuego de una exigua chimenea. Solo fue un flash, como una alucinación, sin embargo, no pude por menos desear estar allí y abrazarme a esa imagen lujuriosa y feliz que reposaba desnuda y en su lecho, parecía esperar... y pensé un momento- “¿por qué no hacerlo? Miré curioso la pulsera de extraños signos que portaba en mi brazo izquierdo, ya la había usado alguna vez y fue muy divertido, ¿sería hora de hacerlo de nuevo? ¡Claro que sí! Me dije divertido.

Sabía perfectamente las coordenadas que debía marcar en sus diminutas teclas de brillante y platino. Y así lo hice, marqué sus teclas dando las coordenadas perfectas a la pulsera. Pensé en la imagen que tenía en mi mente y ¡allí estaba!... la tenía frente a mi, con los ojos cerrados, relajada y feliz... me aproximé lentamente, sin dejar de contemplar toda su belleza, parecía dormida y no queriendo despertarla, me senté a un lado de la cama junto a ella. Su respiración me llevaba el dulce aroma de su aliento, un aroma a fruta, posiblemente había comido recientemente alguna pieza de fruta. Sus labios bien delineados, gruesos y perfectos, se mantenían entreabiertos. Todo mi cuerpo empezó a temblar... ¡deseaba aquellos labios, quería morderle la boca, beberme su aliento, lamerle los pechos y meter mi lengua hasta el fondo de sus profundidades...! quise templarme y apenas conseguí un respiro. No, no debía asustarla pero al mismo tiempo no pude evitar pasar mis dedos por sus redondeados hombros y, tras el primer estremecimiento, apenas imperceptible, de sus parpados, seguí bajando lentamente, como si hiciera el trayecto por una carretera comarcal peligrosa y con muchas curvas.

Me detuve en la entrada gloriosa de su púlpito, donde su vello púbico, dibujado como un alargado corazón, palpitaba como si tuviera vida propia, dejando un rastreo de fluidos a modo de manantial de liquido caliente y pegajoso.

Con enorme cuidado y pulcritud, acerqué suavemente mi dedo índice, previamente humedecido en su manantial, haciendo diminutos giros sobre sus labios menores, que, sin esfuerzo se fueron abriendo sin dificultad alguna, como se abren los pétalos de una rosa en mayo.

Mi dedo se fue hundiendo en su volcán de lujuria sin dejar de hacer giros, buscando y hallando, sin problemas su abultado clítoris, dónde se entretuvo jugando durante un buen rato.

Un respingo, gemido y un estremecimiento en su cuerpo desnudo, hizo que mantuviera la respiración y me quedara quieto un instante.

─Gabriel...─se le escapó a Rose un suspiro. Casi salto de la cama del susto cuando murmuró mi nombre , “no podía ser que ella supiera que estaba allí, debía de estar soñando”─pensé confuso.

Mi dedo volvió a cobrar vida y velocidad y los suspiros y gemidos de Rose cobraron mayor intensidad. Debía de estar muy cansada, pues no abría los ojos ni parecía querer despertar.

Para entonces mi cuerpo estaba perlado en sudor y la ropa pegada al cuerpo, aparte claro está con un dolor de huevos que para qué voy a contar... quise rizar el rizo y en tres movimientos me quedé desnudo y con el bastión a punto de ser “hollado” por la bandera. Rose se mantenía gimiendo y suspirando, así que no quise esperar más, la di con cuidado la vuelta y la puse mirando a cuenca. Mmm tenía casi mejores vistas por detrás... me relamí de gusto. Para que su cuerpo se quedara curvado y con su trasero “disponible”, le coloqué debajo varios almohadones, tres exactamente. Me dio por pensar entonces “¿por qué nos gustará tanto a los hombres dar por detrás, tendremos todos algo de maricones?”. Me di un cachetazo yo mismo en el rostro para apartar tamaña estupidez de mi cabeza

y me dispuse a penetrarla por detrás.

Su culo era hermoso, redondito, bronceado y apetitoso. Me aproximé lo bastante como para enfilar mi miembro eréctil hasta el comienzo de sus glúteos, pero sin tocarla, antes tenía que sujetarla con mis manos por las caderas, no quería que al “empujar” se me derrumbara y me quedara con las ganas, “el pito tieso”, chorreando y con cara de gilipollas.

Al fin la agarré por sus amplias caderas y fui metiendo mi polla, por su lubricado y hambriento coño, pues parecía que “se la comía” literalmente, lentamente pero firme, se hundió toda sin esfuerzo alguno.

─¡Por fin, Gabriel, cabrón, lo que tardabas en decidirte, marica!!─me Gritó Rose empujando su culo hacia mí todo lo que pudo.

De la impresión casi se me baja toda hasta el suelo, ¡maldita puta, pues no que estaba despierta!─me enfadé agarrándola con saña por las nalgas, acelerando las embestidas y empujando con furia como si quisiera atravesarla toda. (Continuará)

Gabriel, un asesino sin serie 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora