EL DIARIO

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CAPÍTULO 1

OCTUBRE 12

Las desgracias siempre comienzan en mis cumpleaños (con este van quince), mi madre es la protagonista de muchas de ellas. Hoy, fue la más creativa y devastadora que pudo pensar; logró avergonzarme ante todos durante la fiesta, y te preguntaras por qué. Me regaló lo más ridículo que le puedes dar a un puberto: TÚ... ¡un maldito diario!, no puedo creer que esa mujer piensa que una libreta y un aburrido lápiz harán de mi vida algo interesante, por el amor de Dios, ese tipo de cosas las utiliza mi hermana mayor para llevar registro de todos los besos que le da al tonto de su novio, ese completo patán que se burla de mi estatura cada que viene a la casa. O que decir de aquella fantasiosa idea de que quiere volverse una súper actriz del cine, he visto actuar a Brunilda ante el espejo y creo que tiene más talento y gracia una papa frente a una cámara, que cualquiera de sus interpretaciones sosas de Romeo y Julieta (esa mujer ama a Shakespeare). ¡Entiendes lo tonto que eres para mí! Seguro te preguntaras por qué si te odio tanto, estoy escribiéndote a pesar del enojo que siento al redactar en ti, pues bueno, te explicaré la razón. Mi madre es psicóloga y piensa que debo dejar de ser tan negativo y amargado, solo porque ve que dejo mi cabello largo, visto de negro y eventualmente tengo amistades muy reducidas; asume que tengo algún trastorno de la personalidad llamado "trastorno límite", y a decir verdad, yo creo que simplemente se debe a que soy un don nadie. Me ha eclipsado Brunilda desde que empecé a existir. Ella, la niña bonita de la casa, la chiquilla con ojos de color mentolados y un rostro que envidiaría la mismísima Afrodita (ojalá fuera así de talentosa la nena), me opaca cuando está cerca, y después de toda esa inefable diosa del Olimpo, me encuentro yo, el tímido, enano, rocín y poco carismático de Sigmund, mmmh, pareciera que nací para el fracaso, nunca doy con una. Mi madre me dijo que serías un gran modo terapéutico con el cual descubriría mi verdadero ser, pero no creo en esas bobadas, así que ella al ver apatía expresa en mis cejas, decidió en quitarme la única cosa que le daba sentido a mi vida; mi guitarra. Me dio justo en donde más duele. Ahora tengo que escribir durante todo un mes las "divertidas aventuras de Sigmund Oliveros" para que mi madre pueda dejar en paz...


Sé que suena tonto, pero considero que podrías tener un nombre, total, qué importa ya, me acabaras acompañando todo este tiempo ... pienso que sería interesante llamarte Wallace, es el nombre que quería ponerle a mi próxima mascota, pero ya conoces a mi mamá. Bueno, me voy, o Brunilda me dejará sin cenar otra vez.

Sigmund Donde viven las historias. Descúbrelo ahora