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Desperté cuando escuché que alguien estaba entrando en casa, dejé de abrazar a Ed. Parecía que recién estaba amaneciendo, bajé lentamente las escaleras y me quedé ahí cuando escuché la voz de la abuela.

— Mi hijo te amaba, y sé que nunca tuvimos la mejor relación, pero sé que te estás esforzando mucho.

— Trabajo todos los días de la semana...

— Y nunca estás en casa, ahora estás despedida y sin empleo. Ese trabajo lo tienes de hace mucho.

— Tenían que recortar personal y el jefe era nuevo, falleció la señora Mary hace unos meses. Ella era la única que comprendía mi situación.

— Ni siquiera sabes lo que pasa en casa o lo que hacen los niños, ¿Viste las notas de Elin?, ¿O por qué Edwin nunca está? ¿Y qué tal de Iván? Él es un niño necesita atención, la atención es lo esencial en su etapa.

— A Elin siempre le costó aprender...

— Ese no es el punto, eres tan terca que crees tener todo bajo control Vanessa. Pero la verdad es que todo se está viniendo abajo, ¿Recuerdas cuando Pau y yo solíamos mandarte dinero hace unos tres años?

— Sí, por Iván...

— Podemos seguir haciéndolo...

— No quiero tu dinero Laura, y si todo es por los niños lo mejor sería que se vayan a vivir contigo. Así salen de este barrio de mala muerte, ya que yo no los puedo sacar como le prometí a Elin el año pasado. — vi como dejaba a Iván en el viejo sofá color negro. — Puedes quedarte a almorzar, y después te lo llevas, así tienen tiempo para hacer sus cosas.

Sorprendida por la reciente conversación subí a mi habitación.

“Todo estará bien”.

Aunque la duda estaba ahí, parecía que podía seguir engañandome...

— ¿Qué vamos a almorzar? —pregunté en el desayuno, mientras Laura no me quitaba los ojos de encima.

— ¿Quieres ir con tu abuela a buscar las cosas para el almuerzo?

Miré a Laura.

— Está bien, mamá.

Salí de casa con la abuela, Laura se subió a la camioneta de color negro y miró mis pies.

— Ay, niña, ¿Cómo puedes andar así?

Miré mis tenis viejos y con agujeros.

— No tienen nada malo, abuela.

— ¿Qué quieres comer?

— ¿Pizza?

— Bien, haremos pizza, pero primero vamos a comprar un nuevo par de zapatillas. Luego irás a preparar tu mochila así vamos a casa.

— ¿ A casa?

— Sí, oí rechinar las escaleras, estabas escuchando conversaciones ajenas de nuevo.

Oh, tierra tragame.

— Está bien, ¿Y cómo crees que se lo tomarán mis hermanos?

— Se van a adaptar, no te preocupes Elin.

Luces apagadas [#AP1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora