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Lucius acarició la sonrojada mejilla de Severus, en una muestra de cariño que raramente ejercía. La respiración agitada del muchachito lo conmovía enormemente, se le notaba cansado por su apasionada sesión de intimidad.

- Estuviste fabuloso, como siempre. - Declara el de ojos negros. Lucius hizo una mueca cargada de arrogancia y sonrió soberbio.

- Lo sé.

Severus rodó los ojos y se acurrucó entre los fuertes brazos del rubio. Lucius, despreocupado, le acarició perezosamente los negros cabellos.

Con los ojos pesados por el sueño, Severus dirigió una de sus delicadas manos a su vientre, acariciando. El sangre pura, al notar esto, posó inmediatamente su propia mano sobre la del mestizo, ocultándola debido a la diferencia de tamaños.

- ¿Tienes idea de cómo lo llamaremos?

Lucius se detuvo un momento a pensar, hasta que finalmente abrió sus labios. - De niño, siempre quise llamar a uno de mis futuros hijos Nigrum.

- Nigrum... - Balbuceó medio dormido el pequeño. - Me gusta. - Sentenció para luego caer rendido al sueño. Lucius tardó un poco más, pero al final siguió su ejemplo.

Se conocieron en el primer año de Severus, mientras caminaba hacia el Sombrero Seleccionador. Allí conectaron miradas y cada pensamiento que no fuera los ojos del contrario se borró de su mente. La conexión duró segundos, hasta ser inevitablemente rota por el Sombrero.

Momentos después, ya en la fría y elegante sala común, se dirigieron sus primeras palabras. Una cordial y algo cortante conversación surgió a los ojos de los Slytherin; pero ellos sabían que había algo más allí.

Se rehusaban a llamarlo amor a primera vista, era algo demasiado irreal y... muggle para ellos.

Pero así se sintió. Como una palpitación a ritmo acelerado y constante, emocionado. Como un calor que se alojó en su pecho y sentimientos incomprensibles.

Lucius lo reconoció antes, pero se negó a aceptarlo. ¿Él, un Malfoy, enamorado de un vulgar mestizo? Parecía una mala broma. No podía pasar, su padre nunca lo permitiría. Además, Severus apenas tenía once y él tenía ya dieciséis. Era completa y llanamente inmoral.

Para Severus fue más difícil, tan poco acostumbrado a sentimientos positivos de parte de alguien y de él mismo. Familiarizado con golpes y desprecio como estaba, no supo identificar el amor tan rápido. Pero cuando lo hizo, se avergonzó y entristeció. Lucius, como era y quien era, jamás se fijaría en alguien como él. Sin valor y desagradable, un sucio mestizo.

Se resignó al rechazo y no dijo nada, incapaz de mirarlo a los ojos sin decepcionarse de sí mismo.

Pero un día, con un Lucius a punto de explotar de emociones escondidas, lo besó.

Fue lento y suave, hasta podría llamarlo tierno. Con los labios conectados y moviéndose con una pasión escondida que poco a poco iba mostrándose.

El de cabello negro término bajo el fornido cuerpo del rubio, sonrojado y de ojos tímidamente cerrados. Labios húmedos e hinchados, más enrojecidos de lo normal. Lucius se vio a sí mismo admirando embelsado; al notarlo procedió a levantarse y marcharse sin decir nada.

Pero Severus se negó a permanecer allí, así que lo siguió. Jaló de su túnica de alta costura, llamando su atención.

- ¿Qué? - Cuestionó.

El mestizo tardó segundos en reaccionar, apretujando entre sus dedos delicados la tela negra.

- Quédate. - Su voz, suave pero decidida, salió luego de una pausa en total silencio. - Para siempre.

Y Lucius en respuesta muda lo envolvió con sus brazos marcados.




bambola di porcellana / / lucius ✗ severusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora