Con la punta de mi lápiz comienzo a hacer dibujos invisibles sobre la camisa de Steve. Lentos, suaves, tranquilos. Eso definitivamente le causará algo cercano a un ataque cardíaco; aun así, es tan sólo una parte de mi objetivo.
No es hasta que Dawson suelta un grito frustrado que comienzo a prestar atención a lo que sucede a mi alrededor. Él está enojado, y bastante. Mira hacia la puerta e imito su acción.
Trágame tierra.
Me remuevo en mi asiento incómoda, enderezando mi espalda e intentando colocar la mirada más punzante que puedo.
Dawson y Michael intercambian unas últimas palabras un tanto agresivas, y este último se acerca hacia el asiento que está a mi lado. Analizo ambos lados de la situación: el bueno y el malo. Quizá pueda aprovechar y conseguir algún dato con el cual pueda redoblar la apuesta que comenzó antes de entrar a clases. Aun así, debo cuidar todas y cada una de mis acciones, pues no vaya a ser que en medio de un desliz, sea él quien consiga algo con lo que amenazarme.
Maldita reputación y mi deseo de mantenerla. Si no fuera por ella, lo más probable es que Michael y yo nunca hayamos cruzado ni una palabra en este “segundo encuentro” que hemos tenido.
Prácticamente se revuelca en el asiento y estira una de sus piernas hacia adelante, dejando la otra entredoblada; por alguna razón, a pesar de la pequeña incomodidad en sus ojos, puedo decir que luce relajado y casi desvergonzado.
Si no lo conociera tanto, me creería ese cuento de niño-malo.
Miro por el rabillo de mis ojos y presto atención a los suyos. Sí, definitivamente está incómodo, y tengo que descubrir por qué. Y así es como una idea cruza por mi cabeza tan rápido como un rayo.
Levanto mi mano derecha sonriendo otra vez con una autosuficiencia más que notable. Dawson me mira posiblemente un poco confundido, pues mi participación en clases el año pasado ha sido mínima, por no decir nula.
—Disculpe, profesor. —Comienzo a decir, intentando que mi voz suene inocente.— Creo que el alumno nuevo debería presentarse.
Alguien se tensa a mi derecha. Comienzo a lograrlo.
Dawson mira sobre sus anteojos y, con su mano, invita a Michael a levantarse. Este truena sus dedos —lo que me confirma su nerviosismo— y se endereza. Puedo sentir cómo el orgullo crece en mí.
—Eh… soy… Michael Clifford. —Dijo casi en un susurro, para que los pocos que prestaban atención apenas puedan escucharlo.
Ahora no sólo es Michael el nervioso en la habitación. Dawson ha escuchado su nombre y puedo decir que desde aquí se nota su sorpresa. Opta por acercarse a Michael, y a medida que la distancia se acorta, sé que una gran avalancha de preguntas le espera a mi “amigo”.
—Sí, soy Michael. Sólo ignórelo. —Le susurra en el oído. Dawson no contesta, y se aleja a paso lento y pensativo de nuestra zona. He encontrado el punto perfecto en el cual debo presionar.
Su pasado.