Más allá de tus ojos

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Mamá nunca creía en mis palabras de niña malcriada, tenía esa loca idea en la cabeza de que, por haber nacido con ceguera total como ella, no podía sentir que hacía de las suyas por toda la casa. Todo eso cambió cuando cumplí mis 11 años, mi curiosidad superaba los límites; hacía muchas preguntas absurdas, algunas con un tono de picardía y algunas otras con cierto tono de seriedad. Nuestra casa era bastante ambigua, su piso de madera rechinaba en las noches como si un pequeño crío de yegua acabase de nacer.

La abuela siempre me contaba todas sus historias, tenía siempre en mente una en especial para cada rincón de nuestra casa, cuan más viejo era, más perturbadora la historia que narraba. Ella era testigo de mi ceguera y, sin embargo, con su voz siempre hacía que viajase a ese momento, como si yo fuera la persona a la que esas ocurrencias extrañas le sucedían, y en cierto modo para mi era algo bastante tenebroso, puesto que era una sensación que solamente la abuela conseguía.

La 'abue' acostumbraba a contarme una historia nueva cada jueves en la tarde, alrededor de las 17.30; curiosamente ésta vez era el turno de mi habitación, la cual pese a mis ojitos conocía de pies a cabeza. La historia empezó con un plato bastante fuerte: ¡compartí la habitación que la 'abue' usó en su niñez! Realmente era algo que yo no me esperaba, siempre rondó por mi cabeza que su habitación sería la más grande de todas, en donde actualmente papá y mamá, guardan los viejos cuadros de un artista callejero local y un montón de muñecas de trapos.

-¿Estás segura qué conoces todos los rincones de mi habitación, cariño? preguntó la abuela.

¡De eso estoy segura! -respondí-.

Quiero que cuando yo fallezca, dulzura, pongas en marcha esos bellos ojitos y, me dirás cuando nos volvamos a encontrar, qué hallaste allí entre esos viejos tablones.

Un año y medio pasó, cumplí finalmente 12 años. Por desgracia, la última historia que 'abue' relató fue la de nuestra habitación, había fallecido días después debido a una rara infección que se expandió desde su pecho hasta su cabeza, la cual la asfixió hasta la muerte, nunca supe con certeza cómo murió puesto que mis padres nunca quisieron decirme un solo detalle del tema. Su deceso fue bastante fuerte para mi, jamás fui capaz de verla a los ojos y decirle lo hermosa que para mi era, sin embargo le agradezco por enseñarme todo acerca de la casa, gracias a ella puedo moverme a diestra y siniestra y lo mejor de todo ¡sin un solo rasguño en mi pequeño y frágil cuerpo! Fue en ese instante que recordé lo que me había dicho, su pequeño "secreto" acerca de mi cuarto, en verdad me invadieron las ganas de poner manos a la obra. Pese a ello debí guardar mis ansias hasta las tardes de juego del fin de semana, mis padres les molesta que haga ruido cuando están en casa durmiendo y descansando en su habitación, así que preferí ahorrarme ese problemita.

Los días pasaron y después de raras pesadillas con personas que nunca habían vivido conmigo y extraños ruidos bajo la cama, era el día idóneo para explorar mi habitación. Estaba nerviosa y algo asustada, sin embargo gracias a la 'abue', me sentía más valiente que cualquier caballero. ¿Qué podría encontrarme allí?¿una vieja y polvorienta tabla ouija?¿un muñeco vudú usado de los enemigos de la abuela? no iba a saberlo hasta que decidiese investigar. Estaba lista para cualquier cosa que la 'abue' quisiera mostrarme; en mis manos un pequeño martillo y una linterna -aunque no me es de gran ayuda, me permite percibir de mejor manera lo que pueda haber allí-.

Bastó con un solo golpe para derribar los viejos y mohosos trozos de madera... ¡era un pequeño cofre! Sinceramente tenía miedo de abrirlo, en primera instancia por que no sabría lo que allí podría encontrarme y segundo, no podría verlo. Para colmo se escuchaban tediosos ruidos fuera de casa, algo así como una sirena o alarma muy ruidosa. Dejé de lado mi miedo y empecé a abrir el pequeño cofre. Para mi sorpresa era un suave pañuelo tejido en tela de seda, tenía bordes de un hilo grueso y fino y, en todo su centro, cocido el nombre de mis padres. Junto a el había un objeto viscoso pero bien conservado, podía incluso apretarlo con mis dedos sin romperlo, una consistencia parecida a la de un... ojo.

Aunque era extraño que después de tantos años allí adentro, pudiese seguir en tan perfecto estado. No sé porque la 'abue' me pidió que investigase si no hallé nada relevante, sentí que fue una broma de muy mal gusto, pero... ¿y si no era así?¿y si el ojo que ella me dio me regresa la vista al menos un momento para el ver mundo por primera vez? Tan solo pensarlo era una locura; ¿cómo un viejo, viscoso y extraño ojo podría devolverme la vista? sin embargo, ¿qué podría perder si lo intentaba? ¡al diablo! no debía maldecir por educación, pero la ocasión lo meritaba.

Mami me coció un vendaje especial para cubrir mis ojos, lo hizo de terciopelo pero, nunca me dijo de qué color era la tela, sin embargo deduje que era rojo, puesto que es mi color favorito. Lo retiré y lentamente cayó sobre el tendido de mi cama.

¿Cómo debía hacerlo? -me preguntaba una y otra vez- mis ojos no servían en absoluto así que era totalmente innecesario tenerlos en sus respectivas cuencas.
Procedí a golpear el derecho para poder sentir dolor, pero en ningún momento se presentó. Bajé rápidamente a la cocina por un tenedor, estaba segura que era el momento que estaba anhelando, al final ¿qué iba a perder, la vista?

Una de mis manos abría los párpados mientras la otra introducía el viejo tenedor, en realidad no tardó mucho en salir, sentía como mi propia sangre bajaba por mis mejillas y gota a gota iban golpeando los viejos tablones en el suelo; era un sacrificio que valía la pena si recuperaba mi vista.

Fue fácil para mi ubicar donde se encontraba la pupila, tenía una base distinta al resto del ojo, como si de una vieja lima rasposa se tratase. Lentamente fui acomodando el viejo ojo en su lugar, esperando que una especie de milagro se diera y yo pudiera volver a ver, cerré mis párpados ensangrentados y conté hasta 10.
1...2...3...4...5...6...7...8...9... y, antes que dijese 10, pude percibir la cálida voz de la 'abue' que me decía: ve... ve y diles a tus padres qué puedes verlo todo, no sabes la felicidad que les dará esa noticia.

Ansiosa, y sin ver nada más que el largo pasillo que separaba mi habitación de la de papi y mami, empecé a correr mientras lloraba, algo que nunca había podido hacer antes. Abrí la puerta y allí los encontré, al fin podía verlos después de tanto sin poder hacerlo, ambos estaban fríos y no movían ni un dedo, papi dormía como si de una momia de película se tratase y mami ni siquiera se inmutaba de mi presencia. Me acerqué a ambos y con una voz angelical les dije: ¡mami, papi, gracias al ojo de la 'abue' puedo verlos por primera vez! aunque sigan durmiendo ¡los veo! espero despierten pronto, así podrán ver más allá de sus ojos y de su inmaculada alma, la linda niña que tienen como hija, los amo.

Las lágrimas de felicidad no pudieron contenerse dentro de mi, y, mientras abrazaba fuerte a mami, el sueño invadió mi tranquilidad.


Y tú ¿qué crees qué hay más allá de tus ojos?



Historias a manos de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora