La receta secreta

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Hacía ya 5 largos años desde mi gloriosa salida con altos honores y reconocimientos de la Alta Academia de Repostería y Ciencias de la Cocina Gustaff L. Ocrreau, pudiendo al fin desarrollar, crear y modificar, todas y cada una de las recetas a mi gusto y organizar mi tiempo para todo, especialmente para mi cocina. 


Nicole ¿ya están listas las crepas dulces? —preguntó el chef—.

S-sí señor, ya están todas listas —respondí, denotando orgullo—. 

Uhm... no es así señorita, falta lo más importante: es una crepa de frutos rojos y... ¿no fuiste capaz de colocar encima su respectiva salsa? tendrás un largo camino recorrido y habrás salido de una excelente academia, pero este tipo de fallos en mi cocina no pienso perdonarlos ni a ti, ni a nadie. Hoy te has ganado una media estrella menos para lo que queda de mes y, no te daré derecho a subir tu rango en mi cocina nuevamente hasta la próxima semana, cuando los concejales vengan a probar cada uno de nuestros platillos; ve a casa por favor y regresa el lunes mucho más concentrada y dispuesta —dijo el chef, mientras salía con las crepas en mano hacia el comedor—.


Realmente estoy cansada de ese bastardo, tan solo llevo aquí 6 meses y sigue sin pasarme ni un solo error; lo bueno es que me sacó temprano, hoy es viernes y tendré tiempo suficiente para pensar en un buen platillo para dejarle el hocico cerrado a ese cerdo que se hace llamar chef. 

¿Qué... pasa por mi mente al tener este vocabulario de una mujer de clase tan baja...? vienes de la alta cocina Nicole, si vas a maldecir al menos hazlo con clase —pensaba, mientras buscaba en la repisa los instrumentos para empezar a cocinar—.

Ha pasado bastante tiempo desde que cocino sola en el apartamento, la última vez que lo hice era para el cumpleaños 12 de Sofi y ella ya no está con nosotros, así que eso será tema aparte. Creo que lo más sencillo que puedo hacer hoy a falta de ingredientes en mi cocina, es un pie de frambuesa, la nevera se encuentra casi vacía y debo renovarla constantemente, no quiero quedarme sin nada y luego tener que recurrir a mis padres. 

Procedí a amasar la base del pie y a colocar los moldes en su lugar para darle su respectiva forma, pero al hacerlo, me hice un pequeño corte en mis dedos índice, derramando unas cuantas gotas encima de la masa, a lo cual no le brindé mucha importancia. Seguí con mi pie, corté algunas frambuesas y las coloqué junto a los moldes, recordando lo que segundos antes había sucedido con ellos. 

Es norma número uno en la cocina el higiene y la salubridad, pero en la noche de hoy soy yo mi propia jefa y yo decido que está bien y que no lo está, y digo que unas cuantas gotas de sangre no van a afectar mi postre, por el contrario, será un excelente ingrediente. Ingresé el pie al horno y mientras esperaba, me dirigí al baño a tratarme las pequeñas cortadas, no fue algo del otro mundo, accidente que una simple curita podría remediar.

Pasaron unos minutos más y lo retiré, lo dejé encima de la mesa reposando y me fui a la cama, con las esperanza de que me hubiese quedado perfecto el postre.

Desperté a primera hora de mi día, es decir a las 11.30hrs. El pie estaba listo para ser degustado, analizado y devorado por mi hambrienta boca intestinal. Partí un trozo y lo serví en la vajilla más cara de la casa, era un gusto que la mañana de hoy quería darme. Mordí un trozo pequeño y debo admitir... que fue el mayor placer qué había sentido jamás, mejor que la adrenalina, que cocinar, que el mismo sexo, la mordida que di fue el mayor placer que había sentido en toda mi vida; no podía describir los sabores que sentía... dulce, amargo, agrio[...] solamente pasaba por mi cabeza no dejar ni una sola migaja, ni una harina, ni una pizca de aquel pastel. Tanto fue de mi agrado, que mi lengua no dudó en recorrer cada rincón del plato y del molde, llegándome a cortar un poco la lengua, dándome nuevamente ese sabor que tanto quería, que tanto anhelaba, mi lengua solamente dejó un rastro de saliva. 
Durante el fin de semana no dejé de pensar en aquel postre, en cocinarlo otra vez y devorarlo en segundos, pero debía trabajar. 

Llegó la siguiente semana y era momento de subir mi rango en la cocina del chef. Gracias a la experiencia que gané días atrás en mi cocina, empecé a aplicar mi ingrediente secreto a escondidas en cada platillo que el chef me encomendaba; sin embargo, poco a poco mis heridas se hacían visibles y, era algo que tarde o temprano el chef y todos allí presentes notarían.


Dios mío Nicole ¿qué demonios te sucedió en los brazos? se ven fatales —preguntó el chef, un poco angustiado—.

N-no es nada, tengo un gato bastante travieso y al jugar rudo con él, las consecuencias se hacen evidentes —respondí de manera satírica intentando disimular la realidad y el dolor que éstas me causaban—.

Espero que así sea señorita, porque te necesito activa para la noche de gala de nuestro restaurante ayudándome con los platillos para los concejales; los clientes mandan con los camareros muchas felicitaciones por el gran sabor de los platillos que preparas, sigue así y llegarás muy lejos, inclusive mucho más que tu propio jefe —me felicitó con un abrazo, el cual me costó dárselo gracias a las heridas—.


¿Qué podría preparar? No lo tenía claro, sin embargo era obvio que usaría mi receta secreta. 

Por fin arribó el fin de mes y con él los concejales, llegaron temprano así que debía poner manos a la obra. Fui al congelador para extraer un poco del ingrediente, pero para mi desgracia, empecé a notar que mis brazos poco a poco iban llenándose de morados y manchas de color amarillo, como si mi carne estuviese completamente muerta. Pese a ello, logré conseguir un poco, causándome un poco de mareo. Empecé a cuestionarme si seguiría siendo rentable el usar mi ingrediente, ¿y si uso un ingrediente qué no provenga de mi?.

Unos cuantos minutos después el chef llegó, con él venía su hermosa hija, una muchacha un poco más joven, pálida, alta, cabello rubio largo y unos ojos azules, su sangre debía ser perfecta. Salí ante los ojos de todos y presenté mi platillo, un pastel de 3 niveles, cada uno de un tono distinto para el paladar, el de abajo dulce, el del medio amargo y en el tope un toque picante, con una pizca de todos sabemos qué. Tal y como lo imaginaba, el platillo les encantó a todos los concejales allí presentes, tanto fue de su agrado, que optaron por puntuar el restaurante con una estrella Michelin, llegando así a una puntuación total de 4.5 de 5 posibles. Mientras festejaban entre risas y mucha alegría, pedí a la hija del chef traer un poco de vino de atrás, y que cerrase la puerta al entrar para que los alimentos no se empezaran a deteriorar.

Era momento de cerrar el restaurante, fin de mes con feriado significaban unas cortas pero merecidas vacaciones.

¿Has visto a Elody por algún sitio, Nicole? —con una obvia preocupación, me preguntó el chef—.
 
Creo haberla visto partir hacia la estación del metro, chef —respondí—.


Esa noche era yo la encargada de cerrar y dejar todo apagado, todos empezaron a partir y bueno... para mi era el momento perfecto para empezar a cocinar...


~ ¿Eso fue todo lo qué encontró, oficial?

— Así es detective, hasta aquí llegan las palabras que alguien escribió en este diario, algunas páginas están totalmente cubiertas de sangre, impidiendo que podamos hacer una lectura completa de pies a cabeza. También encontramos grandes cantidades de sangre en el baño, la cocina y en algunos artilugios para cocinar.

~ ¿Algún rastro de la repostera o la hija del chef?

— Ninguno, detective. El único rastro que tenemos es una línea de sangre desde la cocina hasta el primer piso, allí se corta. Sin embargo... encontramos algo en el horno.

~ ¿Qué hallaron, oficial?

— Una especie de pie... recién hecho, detective.

Historias a manos de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora